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DIOCESIS DE TAPACHULA

“El que Acepta mis Mandamientos y los Cumple, ése me Ama”
VI DOMINGO DE PASCUA (A)

21 DE MAYO DE 2017

El momento de partir estaba ya muy cerca y el Señor Jesús lo comunica a los discípulos. Les dice que vuelve al Padre. Al escucharlo se ponen tristes y sienten opresión en su corazón, de miedo o desprotección. El Señor Jesús se da cuenta de los sentimientos que los oprimen y les da una palabra que es fuente de vida para sus discípulos de todos los tiempos. Veamos con gran afecto esta página del Evangelio de San Juan:
En Aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Si me aman, cumplirán mis mandamientos; yo le rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; en cambio, sí lo conocen, porque habita entre ustedes y estará en ustedes. No los dejaré desamparados, sino que volveré a ustedes. Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán porque yo permanezco vivo y ustedes también vivirán. En aquel día entenderán que yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes. El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él’”. (Juan 14, 15-21).
La despedida de un extraño no duele. El dolor aparece cuando nos separamos de una persona a quien amamos. Ese sufrimiento es deuda que hemos de pagar por amar. La tristeza que Jesús mira en sus discípulos le habla del amor que ellos le tienen. Por esto les orienta en su amor: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos”. El Señor nos deja claro que amarle no es cosa de sentimientos y recuerdos, sino de escuchar su palabra, confiar en su persona y seguirle. “Cumplir sus mandamientos” es acoger con fe la totalidad de sus palabras dejándonos guiar por Él.
Vivir así nuestro amor a Jesús es muy difícil. Tenemos muy arraigada la tentación de juzgar acerca de la bondad y de la verdad de las cosas, a partir de nuestro buen parecer, de nuestro gusto o interés muy personal. Y entre esas cosas entran también los mandamientos del Señor, de manera que terminamos aceptando sólo aquellos que nos “cuadran” y dejamos de lado aquellos que nos exigen algo que no estamos dispuestos a vivir. Nos cuesta trabajo aquello de que “el mayor de ustedes sea el servidor de los demás”. Es decir, nos cuesta mucho hacer siempre de nuestra autoridad, de nuestra mejor preparación, de nuestros mayores recursos, un servicio a los demás, y no medios para abusar, engañar u oprimir. Nos cuesta mucho trabajo dar preferencia en nuestro amor a quien menos tiene y menos puede. El comercio nos ha enseñado que las mejores ofertas son para quienes más tienen, porque representan una ganancia mayor. También nos cuesta trabajo aquello de que “Como el Padre me envió así los envío yo”: Jesús es la Buena Nueva del Padre, es el Evangelio del Padre. Así hemos sido creados, una buena noticia de Dios para los demás. Y así es como Jesús nos envía a los demás. Donde quiera ser una buena noticia de Dios, evangelio de Dios.
El Señor Jesús les dice a los discípulos que si le aman de esa manera, el Padre les enviará otro Consolador. Hasta entonces Él les había guiado, fortalecido y alentado. Ahora eso será tarea de este otro Consolador, el Espíritu de la Verdad, que no sólo estará siempre con ellos y entre ellos, sino que habitará en ellos. También nosotros hemos recibido este otro Consolador, el Espíritu Santo que mora en nosotros. Él es quien hace realidad la promesa de Jesús: “El mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán”, y lo vemos en su Palabra, en los Sacramentos, sobre todo en la Eucaristía, en nuestros prójimos, sobre todo en los más frágiles y necesitados. Que este Santo Espíritu nos impulse como a Jesús a pasar la vida haciendo el bien.

+Leopoldo González González
Obispo de Tapachula

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