En Cuba ya no se Puede Vivir: Testimonio de Migrantes Cubanos Debe Llamar a la Conciencia de México
Ernesto L. Quinteros
Tapachula se ha convertido una vez más en el rostro más visible del fenómeno migratorio que vive México. En esta ciudad fronteriza confluyen historias de dolor, resistencia y esperanza de miles de personas que han sido expulsadas de sus países por la pobreza, la violencia o el colapso de sus sistemas políticos y económicos.
Entre ellas, la comunidad cubana ocupa hoy, un lugar particularmente significativo.
Las voces que llegan desde la isla son coincidentes y contundentes: en Cuba ya no se puede vivir. No se trata de una frase lanzada a la ligera, sino de una conclusión dolorosa a la que han llegado personas de distintas edades, oficios y trayectorias de vida.
Yoshua, un migrante cubano de 70 años, lo resume con crudeza al señalar que el gobierno cobra impuestos prácticamente por todo, mientras el pueblo permanece sumido en una crisis económica y social sin precedentes.
Su testimonio resulta especialmente revelador. Pertenece a una generación que creyó, en su juventud, que la llegada de Fidel Castro traería justicia social, bienestar y oportunidades. Décadas después, reconoce que esa promesa nunca llegó. Por el contrario, el paso del tiempo trajo más carencias, más control y un desgaste profundo en la vida cotidiana. A pesar de su edad, se vio obligado a tener dos trabajos y buscar ingresos adicionales para sobrevivir, a costa de su salud y sin lograr mejorar realmente las condiciones de su familia.
Como él, miles de cubanos han tomado la dolorosa decisión de abandonar su país. No lo hacen por ambición ni por capricho, sino por necesidad. La falta de alimentos, medicamentos, oportunidades laborales y libertades básicas ha empujado a una migración masiva que ha vaciado a la isla de una parte importante de su población.
Hoy, se estima que millones de cubanos han salido en busca de un futuro que su propio país ya no puede ofrecerles.
Tapachula, en este contexto, ha dejado de ser solo un punto de paso. Para muchos cubanos se ha transformado en un espacio de refugio y reconstrucción. Historias como la de Mairín Regalado Rodríguez dan cuenta de ello.
Su salida de Cuba fue forzada por el cierre de su pequeño negocio y el hostigamiento de las autoridades, una realidad que se repite entre quienes intentaron emprender para sobrevivir. Embarazada y con parte de su familia lejos, llegó a esta ciudad enfrentando la incertidumbre absoluta.
Sin embargo, su testimonio también revela el otro rostro de México: el de la solidaridad. La ayuda humanitaria y el respaldo de personas e instituciones le permitieron salir adelante en los primeros meses, sobrevivir y, con el tiempo, regularizar su situación migratoria. Hoy cuenta con residencia permanente y ha decidido hacer de México su hogar, con la esperanza de reunirse pronto con su madre y su hija.
Estos relatos no deben pasar desapercibidos ni ser reducidos a simples cifras estadísticas. Son historias humanas que obligan a reflexionar. México, un país históricamente marcado por la migración, debe mirar con atención lo que ocurre en Cuba y escuchar a quienes han vivido en carne propia el fracaso de un modelo que prometió igualdad y terminó generando pobreza, dependencia y exilio.
El testimonio de los cubanos en Tapachula es una advertencia, pero también un llamado a la empatía. Nos recuerda que detrás de cada migrante hay una historia de lucha y que la dignidad humana no reconoce fronteras.
Hoy, más que nunca, México debe responder con conciencia, responsabilidad y humanidad ante quienes han perdido casi todo, excepto la esperanza de construir una vida mejor.
Mientras tanto en esta región de la frontera sur de México, son miles de familias extranjeras de diversas nacionalidades, que siguen esperando una respuesta de asilo a refugio.
Lamentablemente, continúan el burocratismo, la falta de atención y sobre todo “la corrupción” en diferentes dependencias responsables de atender a esta población como el INM y COMAR.
Por hoy ahí la dejamos, nos leemos mañana.
¡Ánimo!
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