Tapachula, Chiapas; 30 de agosto.- La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC), dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), declaró a cinco pesticidas como cancerígenos «posibles» o «probables».
En su informe, la IARC explicó que se ha publicado un sumario con las evaluaciones finales en la revista «The Lancet Oncology» en el que se detallan los hallazgos de los investigadores de la agencia.
El herbicida glifosato y los insecticidas Diazinón y Malatión han sido clasificados como «probablemente cancerígenos para los humanos».
Al mismo tiempo, los insecticidas Tetraclorvinfos y Paratión han sido designados como «posiblemente cancerígenos para el ser humano» por esta agencia, con sede en la ciudad francesa de Lyon.
Estos dos últimos productos entraron en el llamado Grupo 2B establecido por la IARC al hallarse «evidencias convincentes» de que esos agentes causaron cáncer a animales de laboratorio.
El tetraclorvinfos está prohibido en la Unión Europea, aunque en EEUU continúa usándose incluso en mascotas, y el uso de paratión está muy restringido desde los años 80.
El malatión, por su parte, ingresó en el Grupo 2A por las «evidencias limitadas» de que produciría linfoma no-Hodgkin y cáncer de próstata en humanos, según recogen estudios realizados en agricultores de Estados Unidos, Canadá y Suecia publicados desde 2001.
El diazinón es «probablemente cancerígeno» al haber «evidencia limitada» de su relación con la aparición de linfoma no-Hodgkin y cáncer de pulmón en quienes se han visto expuestos a él, según estudios realizados en EEUU y Canadá.
Existe una «fuerte evidencia» de que el diazinón indujo daños sobre el ADN o sobre los cromosomas.
Sobre el herbicida glifosato hay «evidencia limitada» de que puede producir linfoma no-Hodgkin en seres humanos, y hay pruebas «convincentes» de que puede causar cáncer en animales de laboratorio.
En los últimos días, la población en Tapachula y municipios aledaños han manifestado su inconformidad, porque las autoridades están utilizando el malatión para matar los zancudos que transmiten el Dengue, Zika y Chikungunya.
La fumigación con ese insecticida es al aire libre, con aspersores que llevan el líquido difuminado hasta el interior de los hogares, en los mercados donde se vende los productos de la canasta básica y el resto de alimentos.
De acuerdo a diversas investigaciones científicas de uso público, el malatión interfiere con el funcionamiento normal de los nervios y del cerebro. La exposición a niveles muy altos en el aire, el agua o los alimentos por un período breve puede causar dificultad para respirar, opresión del pecho, vómitos, calambres, diarrea, visión borrosa, sudor excesivo, mareo, pérdida del conocimiento y la muerte.
Si las personas que están expuestas a grandes cantidades de ese insecticida, reciben tratamiento apropiado de inmediato, puede que no ocurran efectos adversos a largo plazo. Cuando la exposición es a niveles más bajos que los que afectan la función de los nervios, parecen ocurrir pocos o ningún problema de la salud.
De acuerdo a las conclusiones de los especialistas, es probable que los efectos del malatión sobre la salud de niños sean similares a los observados en adultos. No se sabe si los menores de edad son más sensibles a los efectos que los adultos.
Además, que no se han observado defectos de nacimiento en seres humanos expuestos a malatión, pero sí en el desarrollo en crías de animales que ingirieron suficiente de ese producto durante la preñez.
Los estudios en animales han demostrado que el malatión puede ser transferido de una madre preñada al feto y de una madre que lacta al recién nacido a través de la leche materna.
Las inconformidades en la frontera sur de parte de familias enteras que aseguran ya tienen síntomas por afectación al malatión, ha ido en aumento en las últimas horas.
Derivado de que se comprobó su relación con el cáncer y porque EL ORBE publicó los listados de los organismos internacionales que prohibían su uso, desde hace 12 años se había suspendido en Chiapas, hasta ahora que volvió a las instancias gubernamentales. EL ORBE / Ildefonso Ochoa Argüello