Laura Iturbide Galindo
La posibilidad de que el Banco de México haga un ajuste a la tasa de referencia, en marzo, es una realidad. La baja podría ser de un cuarto de punto para que ésta llegara a 11%. Sin embargo, hay varios factores que pueden influir en la decisión de las autoridades monetarias.
Por un lado, la inflación ha sido ascendente. En enero, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) subió a 4.88%, su nivel anual más alto desde el alcanzado en junio pasado y su tercer incremento consecutivo. En tanto, la inflación subyacente, que es un mejor indicador de las presiones de precios estructurales, si bien la de servicios muestra resistencia a la baja, el índice subyacente en general registró un nivel debajo de 5%, por primera vez desde septiembre de 2021. Tal es el caso, que el banco central considera que estas alzas en el INPC son estacionales; en el primer mes del año, fueron las frutas y verduras las que registraron un alza de casi 22%, por factores climáticos, pero considera que la tendencia siga a la baja.
No obstante, adicional a la evaluación inflacionaria, el tiempo y ritmo de flexibilización monetaria, que tome la Reserva Federal (Fed), influenciará en las decisiones que tome la Junta de Gobierno del Banco de México en marzo y para adelante. Sí la Fed baja su tasa, el diferencial de tasas entre los dos países sería más elevado y más restrictivo. Por lo tanto, aún con una baja de un cuarto de punto porcentual en la tasa de referencia de México, la tasa real en el país seguiría siendo atractiva para atraer recursos. La inflación ha bajado más en Estados Unidos que en México y es evidente que los ciclos monetarios de ambos países son diferentes. Sin embargo, la inflación en enero (3.1%) en ese país sorprendió a los mercados que esperaban una dinámica favorable en precios. El índice subyacente, que como ya se dijo es menos volátil, se ha vuelto a acercar a 4% en términos anuales y aleja la posibilidad de algún recorte cercano en tasas. Por lo que aún si la Reserva Federal mantuviera su tipo de referencia, la posibilidad de un descenso en México el 21 de marzo próximo, no se descarta, pero disminuye su probabilidad. Eso sí, el ciclo de bajas indudablemente sería más gradual de lo originalmente pensado.
Hay también en la coyuntura otro factor adicional, que imprime su influencia e incertidumbre y son las elecciones en Estados Unidos y México. Ante un incremento de las posibilidades de que Donald Trump regresara a la Casa Blanca, el peso se comenzaría a presionar y a depreciar, lo que se sumaría a una posible depreciación debido a una baja de la tasa de interés, lo que puede derivar en cierta inestabilidad financiera que desencadenaría, a la postre, en mayores presiones inflacionarias.
Adicionalmente, la rebaja en la calificación crediticia de Pemex por parte de Moody’s, la tercera en el sexenio, perjudica la percepción de riesgo de la deuda mexicana en los mercados internacionales y, por ende, afectaría al tipo de cambio a la postre. Además, la baja de la nota es con perspectiva negativa, lo que hace probable que la calificadora la vuelva a reducir en el futuro.
Los ataques al transporte marítimo, en el Mar Rojo y los aumentos consecuentes en el costo de este, amenazan con otro choque de oferta y representan un riesgo para la inflación. Como también lo es, el aumento del gasto y el déficit fiscal en este año electoral en el país, que significa un estímulo de la demanda, sobre todo para varios sectores, lo que presiona el precio de los productos y servicios asociados a estos.
Esto suma, a un sesgo de riesgo inflacionario al alza. El Banco de México evaluará todos estos sucesos antes de tomar una decisión de relajamiento monetario en marzo o de su postergación en meses subsecuentes. Sin ser indiferente al impacto de la política monetaria en la actividad económica, el objetivo del Banco de México es lograr la convergencia al objetivo inflacionario.
*Catedrática de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac México
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