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DIOCESIS DE TAPACHULA

 

No hay Nada Oculto que no Llegue a Descubrirse; No hay Nada Secreto que no Llegue a Saberse.
XII DOMINGO ORDINARIO (A)
25 DE JUNIO DE 2017

“No tengan miedo”, nos decía Mamá cuando se iba la luz. Así nos ayudó a no llenar nuestra vida de temores irracionales. “No tengan miedo”, nos decía la Maestra cuando la enfermera llegaba a la escuela para vacunarnos. Así nos libró de algunas enfermedades muy tremendas. “No tengan miedo”, nos dijo el Asesor cuando íbamos al examen. Así pudimos recordar mejor lo que habíamos aprendido. Esa palabra, fuente de tranquilidad, cuánto la agradecemos y cuánto necesitamos escucharla hoy ante tantos asesinatos, asaltos y robos que se dan en nuestras ciudades, ante tantas situaciones de incomprensión y de cerrazón que vivimos en muchos de nuestros hogares, ante tantas dudas que surgen al interior de nuestra persona. Hoy la escuchamos de labios de Jesús hasta en tres ocasiones en esta página del Evangelio de San Mateo. Recibámosla con grande confianza.
En aquel Tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “No teman a los hombres. No hay nada oculto que no llegue a descubrirse; no hay nada secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día, y lo que les digo al oído, pregónenlo desde las azoteas. No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman, más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo. ¿No es verdad que se venden dos pajarillos por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si no lo permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo. A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos; pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre, que está en los cielos”. (San Mateo 10, 26-33)
Esta palabra la dice Jesús a sus discípulos luego de haberles hablado de la misión que les confiaba. “No tengan miedo”, la Buena Noticia que proclaman se escuchará en todo el mundo; “no tengan miedo” el juicio de Dios prevalece sobre el rechazo de los demás; “no tengan miedo” Dios cuida hasta de la creatura más pequeña, con mayor razón cuidará de ustedes que son sus hijos. No se trata de mirar al Señor como un seguro contra enfermedades y accidentes, ni como un poder mágico que nos libre de las dificultades y malentendidos que cada día surgen en nuestra relación. Tampoco es una fuerza que nos ponga a cubierto de los abusos de la libertad ajena sobre nuestros derechos. Es la certeza de que Dios está a nuestro lado, “como guerrero poderoso” dice Jeremías, y nos cuida a cada uno haciendo posible vivir la situación que enfrentamos dando lo mejor de nosotros mismos, de manera que nuestra historia y nuestro mundo sean más humanos y más de Dios.
Reconocer al Señor Jesús ante los demás es tarea que vamos cumpliendo cada día al opinar, decidir y actuar guiados por su palabra y por su vida. Hoy lo miramos en una actitud muy suya, diciéndonos: “No tengan miedo”. Así nos lo presentan muchas páginas del Evangelio, porque esa era una actitud constante en Él. Reconocer a Jesús ante los demás es ser para cada persona, cada día, donde quiera que estemos, esa palabra suya: “No teman, no tengan miedo”.
Que no teman los niños recién concebidos, pues si una madre cuida del hijo a quien lleva en brazos, con más cariño protege al que tiene en la intimidad de su vientre. Tampoco teman los niños ni la esposa en el hogar, que su padre y esposo es para ellos signo del amor con que les ama el Señor. Que los papás se puedan quedar tranquilos al mirar salir a sus hijos de casa, sin el temor de que alguien les haga daño; que no se preocupen de irse haciendo viejos, pues tienen la confianza de que sus hijos cuidarán de ellos. Que no tema el migrante ni el que se encuentra entre nosotros en una situación de desventaja, pues el Señor Jesús nos ha pedido reconocerlo en los más pequeños, que, como Él, el mayor sea quien sirva a los demás. Para construir este mundo más humano y más de Dios, el Señor ha hecho de cada persona una bendición suya, y tiene puesta su esperanza en cada uno, sin excluir a nadie. Todos somos parte de la esperanza del Señor.
“Padre misericordioso, que nunca dejas de tu mano a quienes has hecho arraigar en tu amistad, concédenos vivir siempre movidos por tu amor y un filial temor de ofenderte”.
+Leopoldo González González
Obispo de Tapachula

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