Olga Pellicer
La situación en Estados Unidos atraviesa por circunstancias de signo distinto. De una parte, el ataque del covid-19 ha sido particularmente agresivo, colocando a ese país en el primer lugar de casos diagnosticados y muertes. El problema es sobrecogedor en una ciudad tan icónica como Nueva York, donde la propagación del virus se ha salido de control. El sistema hospitalario ha sido rebasado. Las ayudas para proporcionar atención a quienes lo requieren se han agotado. Llegan apresuradamente a hospitales improvisados ayudas del exterior. Un avión chino aterriza en el aeropuerto Kennedy con equipo médico muy diverso: desde máscaras y guantes hasta ventiladores y respiradores; los últimos, indispensables para que sobrevivan los casos más graves.
De otra parte ha merecido grandes titulares en la prensa internacional el paquete económico de rescate aprobado por unanimidad en la Cámara de Representantes y ratificado el 28 de Marzo por el presidente Trump. Vulnerabilidad y poder económico se combinan, así, para crear las expectativas más variadas sobre lo que cambiará o perdurará después de la tormenta.
El paquete de recuperación económica llama poderosamente la atención por dos motivos. Lo primero, sus magnitudes: 2 billones de Dólares. Nunca, ni siquiera durante el Plan Marshall, se alcanzaron cifras tan elevadas. Lo segundo, que haya sido resultado de negociaciones muy intensas que permiten verlo como un paquete bipartidista. No es “el rescate Trump” de la economía.
La opinión del Partido Demócrata, después de una intensa batalla encabezada por Nancy Pelosi, está presente. Es un rescate que, entre otros puntos, apoya directamente a las personas y a las empresas medianas y pequeñas. Asimismo, contiene mecanismos de supervisión independiente para su ejecución, como es la figura de un inspector general que reporta al Congreso. Como era de esperarse, esto último está produciendo ya fuertes tensiones con el Ejecutivo.
El apoyo directo a las personas merece un comentario. Se ofrece a todo aquel que gana debajo de 99 mil Dólares al año, aunque disminuye progresivamente a partir de 70 mil. Por debajo de la última cifra todos son acreedores a mil 250 Dólares por persona más 500 por cada hijo. Suena exorbitante, visto desde nuestro país. No lo es tanto si se piensa en el efecto tan negativo que la crisis del Coronavirus tendrá en el empleo de millones en Estados Unidos y lo limitado o inexistente de los programas sociales en ese país.
Un estupendo artículo de Eduardo Porter en el New York Times (el 28 de Marzo) nos recuerda que la sociedad estadunidense no cuenta con los programas de salud, seguro de desempleo o pensión para la vejez de los que goza la mayoría de los países industrializados de Occidente. Tal falta de protección tiene serias consecuencias.
Más allá de los alcances que tiene el programa de rescate económico, los acontecimientos que se precipitan en Estados Unidos bajo el ataque del Coronavirus invitan a reflexionar sobre los cambios que podrían producirse en la vida económica después de la tormenta.
Por el lado de la economía, es el efecto que tendrá el gigantesco programa de rescate que se ha aprobado el papel que desempeña el Estado en la economía. Se trata de un problema que al parecer ya estaba archivado en los países capitalistas. Sin embargo, tanto el rescate de 2009 como el que ahora se ha puesto en pie llevan a reconsiderar los equilibrios que deben existir entre la responsabilidad del sector privado y la del sector público para mantener funcionando la economía después de una crisis tan grave como la que hoy ocurre. ¿Cuánto tiempo se mantendrán los apoyos directos a personas y las medidas favorables para que, por ejemplo, no desaparezcan las aerolíneas?
Un tercer tema interesante es el grado en que los poderes locales se colocan al margen o por encima del poder federal. No hay duda que en los casos de Nueva York, San Francisco o Colorado, son los Gobernadores o Alcaldes quienes dan directivas y quienes han buscado la ayuda internacional que proporciona China.
El ejemplo anterior conduce al último asunto que querría tratar sobre el que está corriendo mucha tinta. El fortalecimiento de China al convertirse, ahora, en la principal donataria de cooperación internacional para combatir el Coronavirus.
No sólo en Estados Unidos, sino a través del mundo, la experiencia al haber sido el primero que combatió el Covid-19, su conocido avance en ciencia y tecnología y la disciplina de su población permiten que se convierta en pieza central para la batalla contra el virus que provoca pavor. Un elemento para alentar el papel hegemónico que China busca en el mundo.
Para México, conocer lo que ocurre en el exterior es fundamental. Contribuirá a delinear las rutas a seguir cuando al terminar el punto álgido de la crisis sea necesario reconstruir muchas cosas. Apro