Luis Herrera Lasso M.
Uno de los primeros decretos que firmo el presidente Trump al llegar a poder fue la Orden Ejecutiva 14167 que mandata establecer un «corredor estratégico» en la frontera terrestre con México a fin de «repeler la invasión desde la frontera sur».
A partir de entonces el Gobierno de Trump ha adoptado una serie de medidas para fortalecer su frontera sur entre las que destacan, por su novedad y ausencia de precedentes, la instalación de áreas de Defensa Nacional operadas por el ejército de los Estados Unidos para realizar labores de vigilancia y contención. Esta decisión les da a los militares la facultad de detener migrantes indocumentados para después entregarlos a la patrulla fronteriza o a las autoridades migratorias.
A la fecha se han establecido tres áreas de defensa nacional en los Estados de California, Nuevo México y Texas, en las que ya se encuentran concentrados más de 10 efectivos militares. A este despliegue se suma a los 4, 500 efectivos de la guardia nacional, con mandos estatales, pero con la misma función de contener la migración irregular y los más de 20 mil efectivos de la patrulla fronteriza.
La decisión de llevar al ejército de Estados Unidos a realizar misiones de contención y detención de migrantes introduce una nueva variable en la dinámica de la relación que parece formar parte de una estrategia que no solo va dirigida a contener la migración, sino que también serviría para normalizar la presencia de las fuerzas armadas estadounidenses en la relación con México.
El presidente Trump ofreció abiertamente a la presidenta Sheinbaum apoyar a su gobierno con efectivos militares estadounidenses en el combarte de la delincuencia organizada en México. La Presidenta declino el amable ofrecimiento.
Tradicionalmente la agencia con mayor presencia en México para tareas autorizadas – y no autorizadas- ha sido la DEA, seguida por el FBI. Ambas agencias cuentan con robustos sistemas de inteligencia y de tecnología de comunicaciones que les permiten acceder a un gran cúmulo de información sobre objetivos en México.
Sin embargo, involucrar a los militares estadounidenses en operaciones en México son palabras mayores. Los militares están entrenados para cumplir misiones mediante el uso de la fuerza, uniformados y equipados y, con sus propios mandos. Sin embargo, los enfrentamientos en México con la delincuencia organizada no son en un campo de batalla.
Difícil imaginar a los Marines transitando en sus vehículos, armados y uniformados, por las calles de Morelia, Guadalajara o Culiacán o haciendo persecuciones en caliente en las carreteras de México.
Las principales resistencias a utilizar las fuerzas armadas estadounidenses en operaciones en México surgen de los propios mandos militares en Estados Unidos, conscientes de los riesgos que conllevaría operar en un país que es socio y vecino y de que un segmento muy importante de sus efectivos es de mexicanoamericanos. La presencia de militares estadounidenses en México generaría innumerables fricciones con los órganos de gobierno a los que les restarían autoridad, con la población por sentimientos nacionalistas y por temas de derechos humanos y con los propios militarse mexicanos. ¿Quién estaría al mando? ¿Con que reglas de operación? ¿A quién le rendirían cuentas?
Adicionalmente debemos considerar que la relación entre el presidente Trump y sus fuerzas armadas dista de ser óptima. Al final de su primer mandato las fricciones llegaron a un punto tal que el Presidente cesó al Secretario de Defensa y, días después, el Jefe de Estado Mayor Conjunto, la máxima autoridad militar, declaró que las fuerzas armadas estadounidenses estaban para respetar y apoyar la Constitución y no para servir a los gobiernos en turno.
Este escenario hace poco probable que veamos en el futuro cercano operativos militares estadounidenses producto de decisiones unilaterales del gobierno de ese país.
Esto no significa que desaparezcan las preocupaciones, las amenazas y las presione por lo que sucede en México, pero si obliga al actual Gobierno de México a proponer medidas y esquemas de cooperación que sean de mutuo beneficio, que no violenten la soberanía y que encamine la relación por un mejor rumbo, mediante la construcción de un marco de cooperación, sólido, confiable y duradero. Sun