lunes, octubre 14, 2024
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“Hemos de continuar con nuestro compromiso diocesano, de ser promotores y mediadores de la paz y cumplir con el ministerio de la reconciliación que Dios nos dio para cambiar esta situación de guerra y de conflictos entre hermanos, evitando el pleito, el odio, el chisme y el rumor en nuestras comunidades”

Diáconos por la Reconciliación

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas

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Hemos realizado el XXVIII Encuentro Diocesano de Diáconos Permanentes, que es un evento anual, entre otros, de formación permanente sobre diversos temas. Participaron también sus esposas y otros agentes de pastoral. Se realizó durante cuatro días en una comunidad tseltal. El objetivo fue: Como servidoras y servidores, iluminados con la palabra de Jesucristo, del Magisterio de la Iglesia y la sabiduría de nuestras abuelas y abuelos, recuperar la armonía de nuestros pueblos y comunidades desde la reconciliación, valoración de la mujer y del hombre, con el cuidado y defensa de la madre tierra desde nuestras culturas.
Se partió de la realidad, como lo hacemos de ordinario. Se puso de manifiesto que hay muchos conflictos tanto en las familias como en las comunidades, por problemas personales, por cuestiones agrarias, por enfrentamientos entre partidos, grupos y organizaciones e, incluso, entre religiones. Las luchas por la tierra persisten. Hay divisiones en algunas comunidades de creyentes, por acuerdos diferentes en la práctica sacramental, por las insistencias sobre la dimensión social de la fe, por liderazgos de poder, por agravios históricos. La aceptación o el rechazo de los programas de gobierno confrontan mucho a los pueblos. Mientras algunos los aceptan, porque los necesitan y les hacen bien, y los ven como un derecho que tienen, pues pagan sus impuestos, otros los rechazan, porque los consideran como formas de manipulación política y de sometimiento electoral.
Por otra parte, son una gran riqueza cultural y católica los diferentes modos de reconciliación comunitaria, que todavía persisten y que, desde la Diócesis se promueven. Cuando hay un conflicto, se convoca a la asamblea, se discute, se llega a acuerdos, se pasa a la ermita y se hace una celebración de la Palabra, con oraciones y peticiones públicas y personales de perdón entre unos y otros, con el abrazo de paz. En ocasiones, se concluye con una convivencia festiva. De ordinario, no hay sacerdote para el sacramento y la absolución personal, sino que son los diáconos o catequistas quienes presiden este proceso de reconciliación. En el encuentro, se escucharon diversas experiencias de reconciliación en su forma tradicional; nos reconciliamos unos con otros y los dos obispos, con varios sacerdotes presentes, escuchamos a muchos en confesión personal.
Pensar
Se ofreció una iluminación desde la Sagrada Escritura, con tantos textos y escenas de perdón que hay. Como Magisterio de la Iglesia, sólo nos concentramos en el III Sínodo Diocesano y en el Plan Diocesano de Pastoral. En ambos, apoyados en la Palabra de Dios y en documentos de la Iglesia, se recomiendan las dos formas de reconciliación: la tradicional y la sacramental. Comparto sólo algunos números del Sínodo:
“Conocedores de los problemas y de las divisiones que puedan darse al interior de las comunidades, se buscará la solución en su interior desde los valores de la propia cultura y de la fe; también han de promoverse la justicia y la reconciliación hasta conseguir la hermandad por medio del diálogo, el consejo y la orientación, animando con el ejemplo y con la palabra” (22).
“Debemos mantener la práctica de la confesión sacramental personal y, en donde las condiciones del lugar así lo exijan, también las celebraciones penitenciales comunitarias, promoviendo un espíritu de reconciliación entre nuestras comunidades, pues la conversión conduce a la comunión fraterna. La auténtica conversión debe prepararse y cultivarse con la lectura orante de la Sagrada Escritura y la recepción de los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía» (53).
“Hemos de continuar con nuestro compromiso diocesano, de ser promotores y mediadores de la paz y cumplir con el ministerio de la reconciliación que Dios nos dio para cambiar esta situación de guerra y de conflictos entre hermanos, evitando el pleito, el odio, el chisme y el rumor en nuestras comunidades” (84).
“Dada la importancia que tiene experimentar la gracia del perdón sacramental de manera personal, los sacerdotes y agentes de pastoral animen a los hermanos y hermanas a acercarse a este sacramento, por lo menos una vez al año, y den una catequesis adecuada sobre la importancia del mismo; de tal manera, que la persona se sienta invitada a celebrar la reconciliación y a dar con su vida muestras de arrepentimiento, que lleven a la reconstrucción de la comunidad o de las personas afectadas” (304).
Actuar
Se reasumió el compromiso de promover la reconciliación en las familias, en las comunidades y entre grupos y organizaciones. Se insistió mucho en la necesidad de orar más por esta intención.

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