Yo soy la Puerta; Quien Entre por mí se Salvará, Podrá Entrar y Salir y Encontrará Pastos.
IV DOMINGO DE PASCUA (A)
7 DE MAYO DE 2017
En los pueblos donde vivió Jesús, cuando llegaba la tarde, los pastores llevaban sus ovejas a un refugio común, que tenía a la puerta un vigilante. Por la mañana, se presentaba cada uno de ellos, el guardia le abría la puerta, y él iba llamando a sus ovejas, a cada una por su nombre. Las ovejas reconocían su voz e iban hacía él, que les sacaba del refugio y, una vez reunidas, caminaba delante para llevarlas a donde había pastos que les alimentaran y pozos donde abrevaran. Al escuchar la voz del pastor, las ovejas experimentaban lo bien que les había ido al estar con él. Por esto acudían a su llamado y le seguían con entusiasmo y docilidad. Jesús nos dice que es el Buen Pastor. En Galilea la gente le seguía hasta olvidarse de comer, porque nunca nadie había hablado como Él, nadie sino Él tenía palabras de vida eterna. Al estar con Él las personas sentían muy cercano a Dios, experimentaban la visita de Dios, que les perdonaba, curaba y liberaba del mal. ¿También nosotros conocemos la voz de Jesús y le seguimos con docilidad y entusiasmo porque reconocemos que es para nosotros la fuente de vida y de vida en abundancia? Desde antiguo nos ha dicho: “Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor”. Leamos esta página del Evangelio de San Juan.
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Yo les aseguro que el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón, un bandido; pero el que entra por la puerta, ése es el pastor de las ovejas, A ése le abrirá el que cuida la puerta, y las ovejas reconocen su voz; él llama a cada una por su nombre y las conduce afuera. Y cuando ha sacado a todas sus ovejas, camina delante de ellas, y ellas lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”. Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir. Por eso añadió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir: Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (San Juan 10, 1-10).g
A través de los profetas, Dios se había presentado como “el Pastor de su pueblo”, y había establecido “pastores” para que en su nombre lo cuidaran. Pero muchos de ellos se habían dedicado a la rapiña y no a mirar por el bien del rebaño. Dios prometió al pueblo suscitar en medio de ellos un Buen Pastor. Jesús es ese Buen Pastor prometido por Dios, no solo a Israel sino a todos los pueblos. Su característica es que da su vida por nosotros, que estamos a su cuidado. Por nosotros murió para liberarnos del mal y de la muerte, y para nosotros resucitó para hacernos participar de su vida eterna, de la vida en abundancia. Y claramente afirma que solamente a través de Él, que es la puerta, entran los pastores. Por fuera de Él, brincando la cerca, entran los ladrones que roban y maltratan al rebaño. Entrar por la puerta que es Jesús, consiste en tener su misma actitud con quienes nos han sido confiados. Cada prójimo nos ha sido confiado. También aquellos con quienes nos encontramos solo casualmente.
De esto nos habla el Papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de oración por las vocaciones, que hoy celebramos. Nos dice: “Quien se deja atraer por la voz de Dios y se pone en camino para seguir a Jesús, descubre enseguida, dentro de él, un deseo incontenible de llevar la Buena Noticia a los hermanos, a través de la evangelización y el servicio movido por la caridad”: Como discípulos de Jesús somos misioneros. Todo discípulo de Jesús es misionero, porque siente en su corazón el llamado del Señor que lo invita a «pasar» en medio de la gente, como Jesús, «curando y haciendo el bien» a todos. Es una misión muy hermosa, que da mucha luz a nuestro vivir de cada día. En virtud de nuestro bautismo, nos recuerda el Papa, cada cristiano es un «cristóforo», es decir, «portador de Cristo» para los hermanos.
Esto vale especialmente para todas aquellas personas que llamadas a una vida de especial consagración y también para nosotros los sacerdotes. El Papa nos recuerda: “La Iglesia tiene necesidad de sacerdotes así: confiados y serenos por haber descubierto el verdadero tesoro, ansiosos de ir a darlo a conocer con alegría a todos”. El Señor nos ayude a hacerlo sentir muy cercano a cada uno de ustedes. Con especial afecto este día pidamos al Señor que nos bendiga con muchas y santas vocaciones sacerdotales y religiosas.
En nuestra Diócesis hoy también celebramos el Día del Seminario. Les agradezco mucho el ambiente cristiano de sus hogares, en el cual sus hijos pueden escuchar el llamado del Señor y encontrar las puertas abiertas para seguirlo. Muchas gracias por su apoyo tan de corazón a nuestro Seminario. El Señor pague su bondad.
+Leopoldo González González
Obispo de Tapachula