LA POBREZA TAMBIÉN ES VIOLENCIA
Escucho su delgada voz: atol de elote, calientito, con granillo!
La veo llegar atraviesa la calle, no sé cómo bajo esa gran carga se asoma una nobleza que me dice: marchantita!
Es Isolina, ella cargando la olla de atol caliente de más d 25 kilos.
Los mexicanos hemos sido pobres desde siempre. Ya los indígenas estaban clasificados en castas cuando los españoles vinieron, luego de la conquista, la independencia, la revolución y los demás cambios sociales, no cambiaron gran cosa esa distribución social.
-Mi respetos para ella- dice un señor que le acaba de comprar un vaso.
Le pedimos que nos ayude a bajar la carga, y hasta para él siendo varón le cuesta trabajo. Le digo a Idolina que me duele cada vez que la veo con esa pesada carga.
-Pero qué más, puedo, y ahora que le mordió la culebra a mi hijo, vivo en la segunda sección de Cebadilla, bajo del pesero y ya vengo andando.
Pregunta el señor. -¿Cuánto tiempo le lleva? Caminar con su olla?
Idolina responde que: hasta que termine. Lo cual puede ser una hora o más.
Hay personas que no compran, hay otras que por quitarle peso a su larga faena, hasta un traste sacan para pedirle dos o tres trazas de su riquísimo atol, que caliente es una delicia, y frío un postre tipo delicatessen.
PIES DESCALZOS, PIES DE ARDUO TRABAJO.
No tengo dónde vender, y si me paro, siento que no vendo
-¿Qué edad tiene usted?
– 56 años. Tenía 8 años cuando comencé y nunca lo he dejado, todo el tiempo vendiendo, así me lo pasé, con atol de elote y tamalitos.
Idolina Quintana Páez, a las 4am se levanta para hacer el atol Le llevan a dejar el elote, compra en todo el año, a veces hasta en 20 pesos la mano, unos cinco o seis elotes, y ella a 15 pesos da una tasa grande del tradicional atol. En un ratito me cuenta parte de su vida.
-¿sabe por qué lo estoy haciendo ahorita? Por que yo no tengo otro apoyo, y ahora mi hijo, mi mudito se enfermó porque le mordió la coralillo, de milagros se salvó, y él es el que me acompaña”, mientras enrolla un trapo para colocarlo en su cabeza, para amortiguar el peso de la olla caliente, me dice, que se quedó viuda y ha tomado la vida con esa fuerza que le hace soportar las necesidades y el hecho de salir a diario a vender en esas condiciones.
“Mi marido se enloqueció, y tengo sola 17 años, yo le he caminado uhhh muchísimo, primero caminada 4 kilómetros desde mi casa, subir y bajar el río, yo vivo en la segunda sección de Cebadilla, llegaba al camión de Palo Seco, y me iba a Puerto Madero a vender, porque mis papás no tenían dinero, descalza me iba yo, por eso me acostumbre a andar descalza, cuando llego a mi casa, aviento mis chanclas jejeje”- dice con una risa que deja ver cómo es que la aceptación se ha convertido en una fortaleza para una mujer tan trabajada, afrontando las adversidades de la vida con un actitud de resistencia.
Llega el muchacho que le compró atol pero pagaba con un billete de 200 pesos y le pedimos que lo fuera a cambiar a la tienda, de donde regresó con un refresco para doña Idolina, que le dijo: “muchas gracias papito, que Dios me lo conserve bueno, ayúdeme a cargar la olla” entre los tres subimos el pesada y caliente trasto a la cabeza de Idolina.
El pesado trabajo que realizan miles de mujeres en México y en muchos países pobres, cargan más al mundo desigual e injusto que han construido los dizque políticos que quizá nunca han andado descalzos ni menos cargando una olla de 15 kilos de atol hirviendo.