Migración y Café: Cuando la Movilidad Humana Sostiene la Economía del Soconusco
Ernesto L. Quinteros
Estados Unidos es un ejemplo histórico de cómo la migración puede convertirse en un pilar del desarrollo económico.
A pesar del endurecimiento de sus políticas migratorias en los últimos años, la realidad es innegable: millones de migrantes han sido, y continúan siendo, la base de su fuerza laboral. Sin ellos, difícilmente habría alcanzado su posición como potencia mundial.
Este antecedente resulta pertinente para analizar lo que hoy ocurre en el sur de México. En medio de un fenómeno migratorio complejo, marcado por la espera, la incertidumbre y la falta de oportunidades, también emergen escenarios donde la migración no es un problema, sino parte de la solución.
La región del Soconusco, particularmente las zonas serranas y la parte alta de Tapachula, enfrenta desde hace varios años una crisis severa de mano de obra agrícola.
La cafeticultura, una de las actividades económicas más importantes de Chiapas, ha sido golpeada no solo por los precios internacionales o el cambio climático, sino por un fenómeno social profundo: el abandono del campo.
Los jóvenes de las comunidades rurales han migrado hacia las ciudades o al norte del país en busca de mejores ingresos, dejando atrás fincas y parcelas. Hoy, en muchas comunidades cafetaleras, solo permanecen adultos mayores, mujeres y niños. Esta realidad provocó que durante décadas los productores dependieran casi exclusivamente de jornaleros guatemaltecos, quienes cruzaban la frontera cada temporada para participar en el corte del café.
Sin embargo, esa dinámica también cambió. El tipo de cambio, el encarecimiento de la vida y nuevas oportunidades en otros sectores hicieron que, poco a poco, la mano de obra guatemalteca dejara de llegar. El resultado fue una caída dramática en la disponibilidad de trabajadores, poniendo en riesgo cosechas completas.
En este contexto, la presencia de miles de migrantes haitianos, cubanos y venezolanos varados en Tapachula abrió una posibilidad inesperada. Personas que esperaban una resolución migratoria comenzaron a incorporarse a las labores agrícolas, especialmente al corte del café, convirtiéndose en un factor clave para rescatar la producción.
El productor de café robusta e ingeniero agroindustrial, Roberto Tomasini Pérez, lo explica con claridad: en los últimos años, la mano de obra tradicional cayó hasta en un 90 por ciento. Fincas que antes empleaban a cientos de personas hoy apenas lograban reunir unos cuantos trabajadores.
La llegada de migrantes permitió una transición gradual pero significativa. De empezar con diez personas, pasaron a veinte, luego a más de treinta, hasta conformar un grupo laboral representativo.
Desde luego, existen desafíos. La barrera del idioma, las diferencias culturales y la adaptación al trabajo en el campo no son menores. Sin embargo, lo que destaca es la disposición. Los migrantes quieren trabajar, aprender y generar ingresos. Para muchos, el salario que obtienen en el campo chiapaneco representa una mejora real frente a las condiciones extremas que dejaron atrás.
Este fenómeno deja varias reflexiones. Primero, evidencia el abandono estructural del campo mexicano y la falta de políticas que incentiven a la población local a permanecer en actividades productivas. Segundo, muestra que la migración, lejos de ser solo un reto humanitario, también puede convertirse en una herramienta de desarrollo si se gestiona con visión social y económica.
En el Soconusco, la mano de obra migrante no solo está salvando la cosecha de café; está evitando pérdidas millonarias, sosteniendo empleos indirectos y manteniendo viva una actividad que da identidad y sustento a miles de familias. Al mismo tiempo, ofrece a los migrantes una oportunidad digna de trabajo, integración y supervivencia.
La experiencia deja una lección clara: cuando se entiende la migración desde la corresponsabilidad y no desde el rechazo, todos ganan. El reto ahora es que el Estado, los productores y la sociedad construyan esquemas formales, humanos y sostenibles que permitan convertir esta realidad en una política de desarrollo regional, donde el trabajo, la dignidad y la economía caminen juntos. En fin.
Por hoy ahí la dejamos, y desde este espacio quiero desear a todos nuestros lectores una ¡feliz navidad¡, y que esta noche buena Dios los bendiga y los colme de salud y progreso. Nos leemos en la próxima.
Por hoy ahí la dejamos, nos leemos mañana.
¡Ánimo!
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