Javier Rodríguez Labastida
Después de tres años, tendremos la oportunidad de celebrar la Semana Santa. Fue en 2019 la última vez que pudimos festejar con normalidad la fiesta más importante para los católicos. ¿Es la Semana Santa más importante que Navidad? Sí, porque la creencia de que Jesús murió en la cruz y resucitó al tercer día es el fundamento de la fe católica.
En 2020, la decisión de mantener los templos cerrados durante Semana Santa no fue sencilla: millones de fieles fueron privados de compartir con su comunidad expresiones populares de fe, como el lavatorio de pies o la representación del viacrucis.
Pero, confinados en casa, se nos dio la oportunidad de hacer una pausa de las realidades cotidianas (porque incluso para muchos fue imposible el salir de vacaciones) y reflexionar en torno a lo que nos hace creyentes.
Durante estos dos años de pandemia, muchos encontramos consuelo en la fe, pues nos recordó que no estamos solos y que existe en la vida después de la muerte, dos grandes pensamientos para cuando la muerte toca las fibras más sensibles de nuestras familias.
Este año, el panorama es distinto. El descenso en el número de contagios de Covid-19 permite realizar nuestras actividades diarias casi con normalidad. Tenemos la oportunidad de tomar lo aprendido en ese tiempo de silencio, confinamiento y reflexión, y compartirlo con los demás. Tenemos la oportunidad de revitalizar nuestra fe y de redescubrir la riqueza de nuestras comunidades parroquiales.
Porque dos años después, como nos mencionaba el Papa Francisco al inicio de esta pandemia, no somos los mismos. En el encierro se nos dio la oportunidad de reencontrarnos con nuestra familia y con nosotros mismos. Ahora, tenemos la oportunidad de revalorar el compartir las expresiones que dan sentido a la fe: de celebrar la vida de quienes estamos aquí y la esperanza de que la muerte no es el final.
Celebremos esta Semana Santa con mucha responsabilidad, pero, sobre todo, con gran alegría, pues tiene tres años que no lo hacíamos. Sun