Día 4. Se Acabó Sexenio: qué
sí, que no, qué Quién Sabe
Carlos Ramírez
Se acabó el sexenio y comienza desde el lunes el juicio de la historia.
Que cada uno haga sus evaluaciones. Aquí se adelantan algunas.
1.-No, no hubo cambio de régimen, ni nuevo sistema político, ni nuevo Estado o nueva Constitución. El Gobierno de López Obrador se concretó a restaurar -para bien y para mal- el modelo político posrevolucionario 1917-1982.
2.- Ni siquiera la reforma judicial alcanzó la dimensión de una reestructuración de régimen, pues solo cambió el modo de designar a Ministros Magistrados y Jueces y funcionará con las mismas leyes, con la propuesta audaz de separar al Poder Judicial constitucional de su dependencia del Ejecutivo en complicidad con el Legislativo, y propuso una verdadera autonomía de la justicia,
3.- El modelo político de gobierno de López Obrador tampoco puede ser caracterizado como populista, sobre todo si se aplica la metodología del politólogo Arnaldo Córdova -un autor que debiera comprender, más que leer, su hijo Lorenzo Córdova Vianello-: el populismo se basa en un movimiento de masas de los sectores laborales como clase productiva.
4.- En todo caso, el modelo político de López Obrador se acercó más a un bonapartismo -en modo de El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, de Karl Marx-, pues se basó en un liderazgo personal, en bases mayoritarias desclasadas como lumpenproletariado y sin influencia en el modo de producción ni con indicios de atemorizar a la burguesía productiva, y un poder basado en el liderazgo unipersonal y voluntarista del titular del Poder Ejecutivo, solo participación electoral.
5.- La gran victoria de López Obrador fue reposicionar la hegemonía de poder y el liderazgo político del Estado sobre el poder económico, regresando a los tiempos de la rectoría del Estado en donde los empresarios estaban sometidos a la autoridad gubernamental, sin fuerza para imponer a manotazos o a la fuga de capitales su dominación. El hombre más rico de México -Carlos Slim Helú- quedó reducido a un mero contratista que acudía a Palacio Nacional a cada llamado perentorio del Presidente de la República, y llevaba bajo el brazo los expedientes de sus inversiones productivas en obras pequeñas o grandes del Gobierno.
6.- López Obrador construyó una Presidencia comunicativa, convirtiendo sus conferencias mañaneras en el verdadero ejercicio del poder presidencial: castigaba, despreciaba, eludía, alineaba y fijaba la línea de gobierno todas las mañanas. Con las mañaneras, López Obrador destruyó el poder simbólico y complementario que representaba la prensa de opinión, muchas veces inventada, consolidada o acunada desde el poder para tener una legitimación mediática que dependía de la subordinación de los medios a la publicidad oficial o al poder del puño presidencial.
7.- López Obrador reconstruyó el modelo de sistema político priista: el Presidente de la República con poderes ordinarios y extraordinarios, constitucionales o metaconstitucionales, legales o arbitrarios; el partido como la movilización de las masas electorales aunque sin organización corporativa y solo con el voto social individual, evitando la creación de organizaciones obreras, campesinas y populares que dejaron de tener importancia en la correlación de fuerzas productivas dentro del modo de producción; y el asistencialismo con capitalización electoral.
8.- El presidencialismo priista entró en colapso con el populismo estatista de Echeverría y López Portillo y las crisis provocadas en 1976 y 1982, y empezó su declinación con presidentes que no salían del seno del sistema/régimen/Estado/Constitución. De Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto, el presidencialismo sacrificó poder en nombre de una supuesta democracia que nunca existió y creo nuevos equilibrios y contrapesos, conla casta dorada de burocracias también dependientes y disfrazadas de organismos autónomos.
9.- López Obrador quiso regresar -aunque no le alcanzaron las decisiones, enfoques y reformas- al modelo posrevolucionario del Estado como el dinamizador de las reformas económicas, políticas y sociales -tesis de Arnaldo Córdova- y como el factor de distribución de la riqueza y los beneficios que en teoría correspondían a la lucha de clases en el modo de producción y que el Estado asumió como decisión autoritaria.
10.- En sus seis años, López Obrador sentó las bases de reconstrucción del viejo Estado posrevolucionario, aunque perdió tiempo y fuerza con la obsesión de obras personales que se comieron el presupuesto que debió de haber reactivado la actividad económica general.
Esta es la herencia -que no legado- de López Obrador y será el gran desafío de Claudia Sheinbaum Pardo para continuarlo, o para fijar su propio modelo de Estado.
Política para dummies: la política es el espejo del poder
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