TCL-Aranceles con Narco:
CSP la Toma o la Derrama
Por Carlos Ramírez
Aunque quizás sea la única salida coyuntural ante las presiones del presidente Donald Trump, el nacionalismo de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo no alcanzará para los reacomodos que vienen en las relaciones económicas, geopolíticas y de seguridad nacional entre los dos países.
El Gobierno de México se encuentra atrapado en el fracaso real del acuerdo comercial iniciado en enero de 1994. El objetivo real no era aumentar solo el comercio exterior, sino reconstruir el modelo de desarrollo que se había agotado con la política estatista y la necesidad de articular a México con Estados Unidos para crear una política activa en lo industrial y agropecuario.
El fracaso del Tratado en México está a la vista en dos puntos clave: en lo político, la dependencia de seguridad nacional; y en lo económico, la disminución del componente nacional en los productos de exportación en 20 puntos porcentuales de 1973 a 2023 indica que México privilegió la exportación en bruto a cambio de un grave proceso de desindustrialización.
La primera fase del tratado 1994-2018 solo multiplicó por diez el comercio exterior, pero careció de una propuesta de nuevo modelo de desarrollo industrial y agropecuario; la segunda fase 2018-2030 tampoco delineó una planta industrial competitiva que sustituyeran las importaciones y regresó al nacionalismo económico que le hizo tanto daño al país.
Si Trump logra consolidar su propuesta de reconstruir la planta industrial estadounidense que se desperdigó por el mundo como parte de la globalización y como efecto de la carencia en los procesos de producción, México será el primer afectado por su alto grado de dependencia productiva y de consumo. Y el regreso a las economías nacionales lo pagará México con una amplia carestía en la importación de bienes de consumo que fueron parte de los efectos negativos de la economía cerrada hasta 1982 y de la apertura indiscriminada de las fronteras comerciales durante el primer ciclo De la Madrid-Salinas de la liberalización arancelaria.
El modelo de producción económica del presidente López Obrador fue, por encontrar una palabra que resuma, municipal: desatendió los puntos claves de bienes de capital, educación para la producción y educación tecnológica para iniciar un modelo industrial propio que fuera competitivo.
La presidenta Sheinbaum ha cometido el mismo error de definir objetivos más o menos sensatos –como regresar a México al décimo lugar en producción–, pero toda su política económica y su estrategia de desarrollo se basa en el viejo populismo estatista que hoy mucho más que antes carece de recursos para crear una planta industrial y agropecuaria con alto grado de participación en la economía mundial. El PIB de México cayó en el ranking mundial de 8 al 16 porque el Tratado 1994-2024 no pudo definir un nuevo modelo de desarrollo industrial agropecuario.
La preocupación de la presidenta Sheinbaum y de su secretario de economía Ebrard por Estados Unidos si Trump aplica los aranceles no tiene importancia porque la fuerza productiva americana podrá absorber el encarecimiento de importaciones, pero la fragilidad de la economía mexicana podría meter al país en una recesión brutal y de golpe si se aplican esos aranceles.
En este sentido, las autoridades mexicanas deberían estar más afligidas por el efecto nacional del aumento en los aranceles que en unos días decidirá Trump, pero con adelantos ya en temas de acero y vehículos que son parte esencial del tratado comercial.
Los gobiernos mexicanos de 1994 a 2025 encontraron un cómodo lugar en el furgón de cola de la globalización del mercado norteamericano, pero hoy se encuentran con que el presidente Trump está politizando los instrumentos comerciales para consolidar su proyecto de reconstrucción hegemónica mundial y está dispuesto a pagar costos internos por efectos inflacionarios de los aranceles.
Todo este escenario plantea el escenario el debate central al que se enfrenta el Gobierno de México: o se ajusta a la dependencia absoluta de la economía norteamericana y cumple los requisitos de las coyunturas planteadas por los presidentes americanos y con ello se mantiene apenas dentro del T-MEC o acepta el agotamiento del modelo de la economía norteamericana y plantea un nuevo proyecto nacional de desarrollo industrial y agropecuario sin depender de los instrumentos coercitivos del acuerdo comercial.
Por más vueltas que le dé, por más himnos nacionales que se invoquen y por más preocupación por los efectos arancelarios en la economía de Estados Unidos, México decidirá entre tomar la leche que ofrece Trump o la derrama para buscar otro camino nacional.
Política para dummies: la política se mide por los momentos decisivos.
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