María Espraza
Estamos en época de sustos, pero más allá de fantasmas y calaveras lo verdaderamente espeluznante es pensar en una niña que pierde la vida porque se sometió a una cirugía para aumento de busto.
No es ficción, y fue EL UNIVERSAL el diario que trajo a la luz pública una crisis hasta hace unos días invisibilizada mediáticamente.
La historia de Paloma Nicole Arellano, una duranguense de 14 años, relatada con detalle en estas páginas, muestra la relación mortal entre dos problemas: la desregulación de la industria estética y la violencia digital que distorsiona la autopercepción de las adolescentes. México ocupa un nada honroso octavo lugar a nivel mundial en cirugías mamarias realizadas a menores de 18 años, según la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética.
Si consideramos que, de acuerdo con el Inegi, el 82% de niñas y niños entre siete y 11 años usan internet y el 69% ya participa en redes sociales, plataformas que supuestamente prohíben el acceso a menores pero que en la práctica funcionan, como decimos en Ola Violeta, como laboratorios de inseguridad corporal, el problema empieza a ser vislumbrado.
Las niñas ahora crecen frente a un espejo digital deformante que dicta cómo deben verse para ganar popularidad; un like puede costar la salud física, la mental e incluso la vida. Los filtros y algoritmos no solo crean patrones de comparación y dependencia emocional hacia la popularidad virtual, sino que pueden determinar aspiraciones tan peligrosas como la modificación corporal antes del desarrollo natural.
Esta presión estética se materializa en quirófanos donde cuerpos adolescentes enfrentan riesgos exponencialmente mayores que los adultos.
Estudios publicados en el National Center forBiotechnologyInformation documentan que el desarrollo mamario completo ocurre hasta los 15 años en promedio, con un rango que se extiende hasta los 19 años; en otras palabras: es absurdo intervenir en tejidos aún en formación.
Y no sólo es un asunto físico; por ejemplo, la literatura médica revela que las tasas de éxito en lactancia materna disminuyen significativamente tras el aumento mamario, consecuencia sobre la cual una adolescente no tendría por qué decidir.
No basta exigir el consentimiento de un adulto responsable; urge un llamado a sancionar a los médicos que coloquen implantes en cuerpos en desarrollo. En México opera un principio letal: si no está prohibido, está permitido. Clínicas sin licencia y médicos sin certificación explotan esta complicidad sistémica y validan lo inaceptable, más allá del sentido común.
No se trata de un problema menor o un caso aislado, el trastorno dismórfico corporal existe y afecta entre 1.7% y 2.4% de la población adolescente, según estudios publicados en el Journal of the American Academy of Child and AdolescentPsychiatry. Si ese dato no te impacta, prueba este: el National Center forBiotechnologyInformation encontró que el 72.58% de adolescentes de 16 a 18 años manifiestan algún grado de preocupación por su apariencia y 14.52% que reporta preocupación extrema.
La conexión con redes sociales es innegable: investigaciones de 2023 en Frontiers in Psychology establecen que las plataformas basadas en imágenes están significativamente asociadas con aumento de síntomas dismórficos en jóvenes de 16 a 18 años, mientras que estudios de 2024 confirman que el uso intensivo de redes sociales se asocia directamente con mayor prevalencia del trastorno. Y este es el terreno psicológico vulnerable sobre el cual opera la industria de cirugía estética en México.
Una buena noticia entre la tragedia es que el caso de Paloma Nicole ha provocado discusiones a prohibiciones específicas en el Senado, pero la solución requiere un enfoque integral que incluya evaluaciones psicológicas obligatorias, supervisión efectiva de establecimientos y sanciones reales.
Mientras persista el vacío legal y la violencia estética digital, cada adolescente que entre a un quirófano lo hará sin la protección que su vulnerabilidad exige, víctima de un sistema que lucra con sus inseguridades antes de que su cuerpo termine de formarse. Eso sí da miedo.Sun





