Los colores que expulsaron los cañones militares frente a la enorme Bandera Nacional enmarcaron lo que parece ser la reconciliación, tras un sexenio de diferencias y desencuentros de los tres Poderes de la Unión.
Este jueves, con motivo del desfile cívico-militar por el 115 aniversario de la Revolución Mexicana, Hugo Aguilar Ortiz, ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), acudió con la presidenta Claudia Sheinbaum a la celebración oficial del inicio de la lucha revolucionaria, a la cual desde hace dos años no acudía ningún representante del Máximo Tribunal tras las diferencias y polémicas entre la entonces ministra presidenta Norma Piña y el expresidente Andrés Manuel López Obrador.
El Ministro Presidente se sentó a un costado de la panista Kenia López Rabadán, presidenta de la Cámara de Diputados, cuya presencia también representó esta reconciliación de los tres Poderes.
Se destacó que al iniciar su discurso Sheinbaum Pardo resaltó la presencia del Ministro Presidente y de la Diputada Presidenta y, con esto, el fin de las profundas diferencias que hubo en el sexenio pasado.
Soldadito roba miradas.
Lejos de estos temas políticos, entre los cientos de personas que se dieron cita en el Zócalo capitalino y entre el estruendo de los tambores, el sol intenso de la mañana y el desfile militar que avanzaba por el corazón de la ciudad, un soldado diminuto robó miradas, sonrisas y cámaras.
Con casco negro, uniforme pixelado, radio en el pecho y la Bandera de México orgullosamente al frente, Ian Castillo, un niño proveniente del Estado de México, parecía listo para comandar a su propia tropa.
No supera el metro y medio, pero su porte lo hacía ver como uno más dentro de las Fuerzas Armadas que conmemoraron el 115 Aniversario de la Revolución Mexicana.
Mientras los contingentes avanzaban, Ian se convertía en la sensación, pues los asistentes sacaban el celular para fotografiarlo como si fuera parte oficial del desfile y él respondía con una sonrisa tímida, pero firme, digna del mejor cadete.
«Me gustan mucho los militares», contó a EL UNIVERSAL, y aseguró que no tiene ningún familiar en las fuerzas castrenses.
Su uniforme de camuflaje, comprado pieza por pieza, según explicó su familia, incluía una placa con su apellido, como si el pequeño aspirante ya hubiera desarrollado una carrera dentro de los cuerpos militares.
Tras las vallas donde se encontraban, hombres, mujeres y niños aplaudían mientras Ian, serio por momentos, relajaba el gesto cuando aparecía alguna cámara frente a él. Daba paso firme, saludaba, se dejaba retratar. Su presencia parecía resumir el espíritu de la mañana: memoria, identidad y admiración hacia quienes desfilaban al frente. Su madre, orgullosa, lo llevó desde el Estado de México para vivir el desfile anual en primera fila.
El pequeño soldado no marchó con los militares, pero sin duda desfiló en la atención de todos quienes lo rodeaban.
En una ceremonia que estuvo cargada de algunos de los capítulos más importantes de la historia nacional, Ian aportó el toque más humano: un niño que sueña con proteger a su país y que, al menos por un día, lo hizo… a su manera. Sun
Los Tres Poderes, Rumbo a una Probable Reconciliación
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