+ Felipe Arizmendi Esquivel
Administrador Apostólico de SCLC
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Estamos concluyendo un año y a punto de iniciar otro. Nos animamos unos a otros, nos9 abrazamos y nos deseamos lo mejor; pero en el fondo del alma, vivimos con angustia, con preocupación, con miedo e inseguridad. En los noticieros, se resaltan crímenes, asaltos, robos, secuestros, accidentes, casos de corrupción, etc. A veces ya ni ganas dan de ver noticias, pues resaltan con lujo de detalles lo malo, lo negativo. Pareciera que lo bueno no es noticia. Rara vez resaltan los avances, lo positivo, lo bonito y alentador. Algunos medios que sólo se dedican a criticar, a culpar a medio mundo, son los que más se venden; para ciertas personas, son los únicos que merecen confianza y les creen todo, aunque sean medias verdades.
Ahora que estamos ya en plena campaña electoral, aunque oficialmente se le llame pre-campaña, todos los aspirantes a puestos públicos se presentan como la única solución que vale la pena. Hay quienes se adhieren al candidato que les significa una esperanza de ascenso, un puesto en el siguiente sexenio o trienio, sin que realmente estén convencidos de sus propuestas. Lo que les importa es asegurar su futuro económico, no la transformación del país. Por ello, hay tanta gente que ya no quiere creer en partidos, y se están buscando otras alternativas de acceder al poder y de ejercerlo, unos por caminos institucionales, otros incluso por la violencia. ¿Vemos el nuevo año con esperanza, o con angustia?
Cuando algunos nos esforzamos por alentar la esperanza y, sin negar el pecado estructural en que vivimos, resaltamos lo positivo y no nos quedamos sólo en lamentos y críticas, nos tachan de ingenuos, de estar casados con el sistema. En los análisis de la realidad, ¡qué poco aparecen cosas buenas que aplaudir y apoyar! Pareciera que todo es negro, oscuro, negativo, reprobable.
Pensar
El Papa Francisco nos ha dicho: “El Espíritu Santo no nos hace sólo capaces de tener esperanza, sino también ser sembradores de esperanza, de ser también nosotros -como Él y gracias a Él- los ‘paráclitos’, es decir, consoladores y defensores de los hermanos. Sembradores de esperanza.
Un cristiano puede sembrar amargura, puede sembrar perplejidad y esto no es cristiano, y si tú haces esto no eres un buen cristiano. Siembra esperanza: siembra el bálsamo de esperanza, siembra el perfume de esperanza y no el vinagre de la amargura y de la falta de esperanza.
Son sobre todo los pobres, los excluidos, los no amados los que necesitan de alguien que se haga para ellos ‘paráclito’, es decir, consoladores y defensores, como el Espíritu Santo se hace para cada uno de nosotros consolador y defensor. Nosotros debemos hacer lo mismo por los más necesitados, por los descartados, por aquellos que tienen necesidad, aquellos que sufren más. Defensores y consoladores.
Y el don del Espíritu Santo nos haga sobreabundar en la esperanza. Les diré más: nos haga derrochar esperanza con todos aquellos que están más necesitados, los más descartados y por todos aquellos que tienen necesidad” (31-V-2017).
“Hay quienes se dejan encerrar por la tristeza y quienes se abren a la esperanza. Hay quienes se quedan atrapados en las ruinas de la vida, y quienes, con la ayuda de Dios, reconstruyen con paciente esperanza. No nos dejemos aprisionar por la tentación de quedarnos solos y desesperanzados quejándonos de lo que nos sucede, repitiendo resignados que todo está mal. Visitados y liberados por Jesús, pidamos la gracia de ser testigos de vida en este mundo que tiene sed de ello, testigos que suscitan y resucitan la esperanza de Dios en los corazones cansados y abrumados por la tristeza. Nuestro anuncio es la alegría del Señor viviente” (3-IV-2017).
Actuar
Sin ser ingenuos y sin negar lo negativo que hay, construyamos esperanza; no en el aire, no como un bonito discurso consolador, sino promovamos justicia, solidaridad, respeto a los derechos humanos, fraternidad, y de esta forma contrarrestaremos todo lo triste y doloroso que hay a nuestro alrededor. Construyamos otro mundo, y no sólo nos quejemos.
Seamos críticos ante las ofertas de los candidatos a puestos públicos. Veamos, sin apasionamiento, si es posible que cumplan cuanto ofrecen. Pero, sobre todo, no seamos corruptos, sino justos y solidarios, y el país será otro. Es lo que deseamos para el nuevo año.