viernes, abril 26, 2024
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Secuelas Covid, la Pesadilla que no Acaba

Alejandra Crail

Javier García despertó entre aplausos del personal médico del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER). «Es un milagro que estés vivo», recuerda escuchar tras una intubación de 12 días por Covid-19. Había ingresado a Urgencias el 19 de mayo de 2021 con una oxigenación de apenas 45%, cuando la saturación saludable está por encima de 95%.
Al hombre de 41 años le auguraron una recuperación rápida, pero un año después aún vive con las secuelas del virus. Sentado en la sala de la casa de sus suegros, en Chimalhuacán, Estado de México, Javier cuenta los males que aún le persiguen: pérdida de audición, caída de cabello, insomnio y dolor crónico de cabeza, pies, articulaciones y músculos.
La lista parece no tener fin. Se le olvidan las cosas de repente, incluso el nombre del diagnóstico que le dieron: neuropatía post-Covid. El cansancio es extremo. Aún siente hormigueo en las piernas, como si se le durmieran. Todos los días toma pregabalina, un fármaco antiepiléptico y analgésico recetado para el dolor que provoca esta enfermedad que apareció tras su contagio.
«Es un ardor insoportable. Mi suegro me tenía que dar masajes tres veces al día en las piernas, la espalda, las manos para aliviar el dolor», dice. En su mano izquierda no hay rastro del músculo que se forma entre el pulgar y el dedo índice, apenas un hueco. Con los cambios de temperatura se le inflama la garganta y se le tapan los oídos. «Caminaba como robot. Salí por los médicos, les agradezco. Hoy estoy mejor, pero todavía no puedo correr, me duelen mucho los pies».
La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó a finales de 2021 que «la evidencia actual parece indicar que aproximadamente entre 10% y 20% de la población experimenta diversos efectos a mediano y largo plazos después de recuperarse de la enfermedad inicial». Esto está cuarteando la vida de miles de personas en el mundo.
En el informe Enfermedad por coronavirus: afección posterior a la Covid-19, la OMS establece que este tipo de padecimientos ocurren en personas con antecedentes de infección -presunta o confirmada- de SARS-CoV-2. Por lo general, son síntomas que duran al menos dos meses, no se pueden explicar con diagnósticos alternativos y suelen afectar la capacidad de una persona para realizar actividades cotidianas, como trabajar.
Se trata principalmente de fatiga crónica, dificultad respiratoria y disfunción cognitiva. Un estudio científico hecho en personas de 56 países y presentado ante la OMS el año pasado, encontró un total de 203 afecciones. No es una condición exclusiva de personas que tuvieron síntomas graves, hospitalizadas o intubadas, se dan también en aquellos con Covid leve y asintomáticos.
Al corte de esta edición, en México hay 5.8 millones de personas que han contraído el virus de 2020 a la fecha, según datos de la Ssa. Considerando esto y la estimación mínima de la OMS (10%), en México habría al menos 580 mil personas con afecciones posteriores al contagio; para ellos, la tragedia no acaba.
Por ejemplo, el expediente médico de Lizeth Zgaip, una mujer de 36 años residente de Orizaba, Veracruz. En él sólo hay un diagnóstico certero de lo que la aqueja: condición de salud posterior a Covid-19. Adquirió el virus en julio de 2021 y cursó la enfermedad con síntomas apenas perceptibles, pero cuando creyó haber recuperado la salud empezó a dolerse de las articulaciones, la cabeza y las piernas.
El cabello, recuerda, se le caía a manojos y notaba un ligero rechinido en sus huesos al moverse, todo, dos meses después de su recuperación de Covid. A veces las molestias eran tantas que ni analgésicos que le recetaron aliviaban su aflicción. Para diciembre, el lado derecho de su cuerpo se inflamó: brazo, seno, hombro. El dolor de espalda no le permitía siquiera girar la cabeza.
El Abandono Institucional.
En el centro del cuello de Mariana San hay una cicatriz de Covid-19. Es el recuerdo de la traqueotomía que le permitió respirar cuando fue internada en agosto de 2021 en el Estado de México. Se contagió al mismo tiempo que su mamá, pero sólo ella sobrevivió. Un mes después obtuvo su alta, aunque la mujer de 35 años conserva secuelas del virus hasta hoy.
Todo empezó con un hormigueo que le recorría las piernas, acompañado de ardor en las articulaciones y la sensación de frío y calor en los pies. Se sentía inestable al caminar, por ello daba pasos chiquitos. Los primeros médicos le dijeron que era normal por la inactividad del internamiento, pero no era eso. Un encefalograma y un estudio de conducción nerviosa mostraron daños en sus nervios, síntomas de una neuropatía periférica que le diagnosticaron nueve meses después del contagio. Su sistema nervioso quedó dañado.
Este padecimiento suele causar debilidad, entumecimiento y dolor, principalmente en manos y pies. Afecta las funciones corporales, incluyendo la digestión, la circulación y la movilidad. Mariana empezó a rehabilitarse con ayuda de su hermano y de un fisioterapeuta, pero aún no puede regresar a trabajar; es maestra de preescolar. «He mejorado, pero no estoy al 100», enfatiza. Sun

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