Leticia Bonifaz
Algo que en el mundo occidental es totalmente irrelevante, para las mujeres musulmanas cubrirse o no la cabeza puede ser una cuestión de vida o muerte. La joven kurda de 22 años Mahsa Amini recibió una golpiza que le ocasionó la pérdida de la vida después de que la policía de la moral de la República Islámica determinó que no llevaba bien puesto el velo denominado hijab. Después del suceso, un gran número de mujeres, aun conociendo el peligro que corren, comenzaron a mostrar su cabello, a cortarlo y a quemar colectivamente sus velos en una protesta sin precedentes, aunque puede ser continuación de la lucha denominada «mujer, vida, libertad» que había alcanzado su mayor expresión en el 2019 cuando, como hoy, el internet fue interrumpido para evitar que en el resto del mundo se conozca la dimensión del movimiento y las acciones represivas.
En 2019, estuvieron detenidas Yasaman Aryani, Monireh Arabshahi y Mojgan Keshavarz por la publicación, en el Día Internacional de la Mujer, de un video en el que se les veía sin velo repartiendo flores en el metro de Teherán.
La abogada Nasrin Sotudeh, defensora de mujeres, fue condenada a 36 años y 6 meses de cárcel y 148 latigazos por incitación a la corrupción. Narges Mohammadi fue condenada a 10 años y ocho meses de prisión y a 154 latigazos por delitos que marcaron como de seguridad nacional. Su sentencia se dictó en 5 minutos y no tuvo acceso a abogado alguno.
Así como en occidente existe una separación entre las normas jurídicas, religiosas y morales, en el mundo islámico todo está concentrado y los márgenes de libertad se reducen, incluso las mujeres extranjeras que visitan Irán deben cumplir con la norma de llevar cubierto el cabello completamente con un velo.
La amplitud o restricción de los derechos de las mujeres está relacionada con el espacio geográfico que habitan. En el caso de las mujeres iraníes, el sistema patriarcal determina cómo vestirse, esto es, no existe el derecho al libre desarrollo de la personalidad, a la libertad de expresión ni el derecho a la intimidad; tampoco está garantizado el derecho de acceso a la justicia porque muchas mujeres han sido condenadas en juicios sumarísimos. La policía ha determinado, desde 1981, «la moralidad» de la forma de vestir de las mujeres que no solo se limita al velo sino a la imposibilidad de mostrar brazos o piernas o de llevar ropa colorida o entallada.
El movimiento busca que decidir qué ponerse sea un derecho que quede en el ámbito de lo potestativo, esto es, que las mujeres que voluntariamente por sus creencias religiosas quieran llevar el velo, lo lleven, pero que no sea una cuestión obligatoria y menos que amerite bofetadas, latigazos o prisión. Se pide también que desaparezca esta policía que acosa a las mujeres y que sean sancionados quienes han cometido abusos.
Ahora los ojos están puestos en Irán, pero hay que recordar el caso que estalló en Arabia Saudita el año pasado de Salma Al Shehab que fue condenada a 34 años de cárcel por tuitear. Ella, una candidata a doctora en una Universidad del Reino Unido, regresó a pasar unas vacaciones y fue acusada de usar sus redes sociales para «perturbar el orden público y desestabilizar la seguridad y la estabilidad del Estado».
En pleno siglo XXI las mujeres de una amplia región del planeta continúan en riesgo de perder la libertad, su salud e incluso la vida por cuestiones como dejar a la vista unos cuantos mechones de cabello. Sun