Aumento al Salario: Una Buena Noticia que Podría Convertirse en un Problema Nacional
Ernesto L. Quinteros
El reciente anuncio del aumento del 13% al salario mínimo para 2026 fue recibido con aplausos por millones de trabajadores. Y es comprensible: pasar de 278.80 a 315.04 Pesos diarios representa un respiro para quienes viven al día, para quienes cada quincena hacen malabares para pagar renta, transporte, alimentos y servicios.
Sobre el papel, es una buena noticia. Pero, como casi siempre ocurre en México, la realidad es más compleja de lo que parece.
El país enfrenta un escenario económico frágil, con señales claras de que las pequeñas y medianas empresas (PyMEs) -que representan el 95% de todo el aparato productivo nacional- están al límite. No sólo deben absorber el incremento salarial, sino también nuevos impuestos, cargas administrativas y aumentos en energéticos y servicios.
Esto se suma a que muchos de estos negocios operan con márgenes de ganancia muy reducidos, especialmente después de años complicados por la pandemia y una recuperación económica que avanza lentamente.
Los analistas en economía han advertido que cientos de pequeñas empresas podrían cerrar en 2026. No porque no quieran pagar mejores salarios, sino porque simplemente no pueden. Entre 2018 y 2025, el salario medio de cotización subió 76.7%, mientras que la inflación acumulada fue de 39.8%. Para las grandes cadenas comerciales o para las empresas transnacionales no es un problema. Para las fonditas, talleres, emprendedores y microempresas familiares, sí lo es.
Y por si fuera poco, la inflación amenaza con volver a subir. Proyecciones de Banamex indican que podría rebotar hasta 4.5% en el primer trimestre de 2026, impulsada especialmente por los servicios, que ya superan el 4.2%.
A esto se suma el nuevo IEPS que grava refrescos, tabaco y hasta videojuegos, lo cual agregará presión a los precios y afectará el bolsillo de consumidores y comerciantes. Es decir: llega más dinero a la cartera por el incremento salarial, pero saldrá más por la inflación y los impuestos.
El golpe también llegará al enorme sector informal del país. Más del 55.4% de los trabajadores mexicanos, es decir, 33 millones de personas, laboran sin seguridad social ni prestaciones. Para ellos no hay aumento salarial garantizado. Al contrario: enfrentarán precios más altos, sin ningún beneficio directo.
En otras palabras, este incremento favorece a 8.5 millones de trabajadores formales, pero termina afectando a los más de 30 millones que viven en la informalidad.
Es el ciclo de siempre: se decreta un aumento, suben los precios, se reduce el poder adquisitivo y al final todos terminamos igual… o peor.
Por eso es importante entender que los aumentos salariales no son malos en sí mismos. Lo negativo es que se aplican sin un plan integral. Un país no crece por decreto. México crecerá apenas entre 0.3% y 1% en 2025, según estimaciones del FMI, Banxico y la OCDE.
Una economía prácticamente estancada no puede soportar aumentos constantes sin mejorar productividad, inversión o eficiencia. Cuando un país aumenta salarios más rápido de lo que produce, lo que ocurre es simple: se encarece, pierde competitividad y reduce oportunidades de empleo.
Mientras otros países avanzan con reformas estructurales que fortalecen su economía, México insiste en el camino rápido: decretos que lucen bien políticamente, pero que no resuelven el fondo del problema.
Lo que el país necesita es claro: más inversión privada, mejores condiciones para los negocios, reglas claras, menos trámites, seguridad en carreteras, crédito accesible para PyMEs y políticas que incentiven la productividad, no que la castiguen. Entonces sí, subir el salario sería una verdadera victoria para todos, no sólo una noticia temporal.
Porque en un México donde los productos suben más que los sueldos, el incremento al salario termina siendo una ilusión. Una ilusión que dura lo que tarda en llegar el próximo recibo de luz, el nuevo precio del transporte o la próxima despensa.
Lo ideal sería que subiera el salario… pero que no subieran los productos ni los servicios. Ese es el verdadero reto que ningún gobierno se ha atrevido a enfrentar. Y mientras eso no ocurra, los aumentos seguirán siendo un alivio momentáneo dentro de un problema mucho más grande.
Por hoy ahí la dejamos, nos leemos mañana.
¡Ánimo!
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