Andrew Selee*
Los dos candidatos a presidente en Estados Unidos no podrían ser más diferentes. El expresidente Donald Trump, quien ve un país en ruinas y quiere volver a hacer al país grande de nuevo.
Su contrincante, la vicepresidenta Kamala Harris, quien está convencida que el país es imperfecto, pero está progresando.
Es una elección bastante pareja. Harris va un poco adelante en las encuestas nacionales y hay indicios de que tiene más entusiasmo de parte de sus seguidores en este momento. Pero las encuestas en los estados claves donde se decidirán las elecciones son bastante cerradas, así que todo puede pasar de aquí a noviembre. Es probable que el debate que tendrán el próximo martes sea decisivo, para que uno de ellos se vaya posicionándose mejor que el otro.
No hay tema en que discrepen más que en migración. Esto ha sido un tema central para Trump desde que fue candidato para presidente por primera vez en 2016. La vez pasada su propuesta era construir un muro en la frontera con México. Todavía dice que lo hará, pero también promete suspender el asilo en la frontera y deportar a «millones» de migrantes indocumentados a sus países de origen. Casi la mitad de los indocumentados en Estados Unidos son mexicanos de origen, y tienden a ser los que más arraigo tienen en el país vecino porque llegaron hace muchos años y a veces hace muchas décadas, así que tendría un impacto especial para ellos.
Sin duda, Trump también haría demandas a México para el control migratorio mucho más extenso de los que han hecho otros presidentes estadounidenses, aunque queda por verse si un presidente en Estados Unidos que exige cooperación y busca deportar a mexicanos masivamente, ambos temas a la vez, logra su objetivo con Claudia Sheinbaum como presidenta.
En contraste, Harris es hija de dos inmigrantes, una de la India y otro de Jamaica, y tiene a eso muy presente en su narrativa sobre su vida y su trayectoria. No ha sido nunca una persona muy metida en temas de políticas migratorias (contrario a lo que se dice sobre su rol en Centroamérica), y no se sabe a ciencia cierta cuáles son sus propuestas preferidas, pero es probable que siga la línea actual del presidente Biden, con un énfasis en mayor control en la frontera, pero combinado con un compromiso de mejorar la vida de los migrantes ya viviendo en el país.
Hay un consenso entre Demócratas que ya cuajó de que tendrán que ser mucho más estrictos en no permitir la entrada de indocumentados en la frontera con México, pero que los migrantes que ya tienen tiempo viviendo en Estados Unidos, independientemente de su condición legal, merecen una vida digna. Y cada vez más reconocen la necesidad de generar canales legales para la llegada de trabajadores que Estados Unidos necesita para su mercado laboral, así como mayor cooperación con otros gobiernos en el hemisferio.
Casi seguro que este tema será de los más explosivos en el debate de la semana que entra, y habrá que ver quién logra palpar el sentido del público estadounidense mejor y quien presenta propuestas que los convence. Las dos alternativas son bastante distintas, con consecuencias no menores para muchos mexicanos y para la relación de México con Estados Unidos. Sun
*Presidente del Instituto de Políticas Migratorias
@seleeandrew