Juan de Dios Lastra Bastar, ganadero de Palenque, recuerda que en la década de 1970 acompañaba a su abuelo al rancho para revisar el ganado infectado por gusano barrenador. En ese tiempo curaban las heridas de los animales con un líquido rojo llamado matagusano o creolina y en pocos días el ganado sanaba
Ahora –dice- en el rebrote que se presenta en estos días, los medicamentos parecen no funcionar «como antes».
Señala que este rebrote del gusano barrenador es resultado de la «irresponsabilidad y negligencia» del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), porque delegó en el Organismo Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria (OIRSA) la responsabilidad de supervisar si el ganado que llega de Centroamérica cumple con las medidas sanitarias para su introducción al territorio nacional.
Explica que para que un torete pueda ser trasladado de la frontera con Guatemala al Bajío o el norte de México, OIRSA debe extender un certificado y un arete, con un costo de 150 Pesos, pero la revisión es sólo «a puro ojo», contrario a lo que hacía Senasica cuando tenía a su cargo el movimiento de ganado y utilizaba binomios caninos.
«Los canes tienen capacidad de detectar a un animal enfermo, por muy pequeña que sea la herida», precisa Lastra Bastar.
Además, asegura, una res puede ser legalizada por 2 mil Pesos, que es lo que cuesta en el mercado negro el certificado y el arete que les colocan para su identificación.
La teoría que tiene este ganadero es que la mosca que transporta la larva no llegó volando a Chiapas, sino que fue través de un animal infectado que arribó a México desde Centroamérica.
«La larva se reproduce rápidamente. Todo se salió de control. Este problema era una bola cantada. Esto iba a pasar por intereses económicos», asegura.
Un cruce no controlado.
En la frontera entre Guatemala y Chiapas miles de animales cruzan a diario por varios pasos en «jaulas», que son camiones adaptados para transportar entre 80 y 100 becerros, que tienen como destino el centro del país, donde serán engordados.
Tan sólo por la carretera fronteriza, que corre por la selva lacandona y conecta a Chiapas con Tabasco, se estima que entran cada día a México 50 «jaulas» con 80 cabezas de ganado (4 mil animales), aunque algunos tráileres han sido adaptados para llevar hasta 100 becerros, por lo que el número puede ser mayor.
Ese no es el único paso. Por la frontera de Tenosique, Tabasco, también cruzan decenas de cabezas de ganado, al igual que en el municipio de Frontera Comalapa, Chiapas, donde se reporta un ingreso menor, y por la carretera federal 200, que corre del río Suchiate al Estado de Oaxaca.
Ganaderos explican que un productor puede comprar en OIRSA 100 documentos para igual número de reses y con eso ya puede empezar a moverlas desde la frontera hacia Tabasco.
Los certificados y aretes se expiden en Benemérito de las Américas y el primer control es en el Centro de Atención al Integral al Tránsito Fronterizo (CAITF) de Catazajá, Chiapas, donde personal del OIRSA sólo revisa documentos y aretes.
Legalmente, los certificados y aretes tienen un costo, respectivamente, de 100 Pesos y 50 Pesos. Sin embargo, llegan a alcanzar un precio de entre 800 y mil Pesos por cada uno en el mercado negro, muchos introductores consiguen legalizar las reses de esta manera. Con el arete y el certificado los animales siguen su camino por territorio nacional.
Cada arete lleva información del lugar de nacimiento, municipio y rancho. Ganaderos se han quejado de que sus datos son usurpados en aretes ilegales.
«Durante 30 años ha entrado a México ganado de Centroamérica», dice el ganadero, «y los controles en la frontera nunca mejoraron».Sun
Negligencia Oficial Provoca Crisis del Gusano: Ganaderos
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