Javier Martín Reyes
(Investigador en el IIJde la UNAM y en el Centro para EUy México del Instituto Baker)
La reforma judicial no empoderó al pueblo; empoderó a quienes controlan la maquinaria electoral.
Mario Maldonado publicó la lista… y los chats jurídicos y electorales estallaron. En su columna del pasado lunes en EL UNIVERSAL, Mario reportó que hace escasos diez días, en las oficinas de la Secretaría de Gobernación encabezada por Rosa Icela Rodríguez, se reunieron gobernadores y «altos funcionarios» de Morena. ¿El objetivo? Transmitirles la lista de las candidaturas que habría que impulsar para la Suprema Corte (SCJN), el Tribunal de Disciplina Judicial (TDJ) y la Sala Superior del Tribunal Electoral (TEPJF).
Partamos de lo obvio: es muy difícil saber, con certeza absoluta, si la reunión se realizó exactamente así y si esos son los perfiles que Rosa Icela Rodríguez -y quizá Claudia Sheinbaum- buscan impulsar.
Más revelador aún es que a nadie le sorprenda la posibilidad de que el gobierno se haya metido hasta la cocina en esta elección judicial. En sentido estricto, Claudia Sheinbaum ya hizo su parte: presentó sus candidaturas a través de un comité de evaluación dominado por perfiles obradoristas, que llenaron las listas con aspirantes afines. Jurídicamente, su intervención debía concluir ahí. Políticamente, no han soltado el control. No se conformaron con definir candidaturas; ahora quieren asegurar resultados. No les basta incidir: quieren imponer. Van por todo.
Lo único que parece no haber sido previsto fue la complejidad operativa. Por más que quieran, es muy probable que el aparato de movilización de Morena y sus aliados no alcance para tener, en cada sección electoral, una lista precisa y unificada. Ya lo he dicho antes: esta reforma creó una subasta de Jueces.
Todo actor con poder o recursos tendrá incentivos para incidir. Por eso tiene lógica la hipótesis consistente en que el obradorismo concentrará su músculo en los tres órganos clave: la Suprema Corte, el Tribunal de Disciplina y la Sala Superior.
Sea cual sea la lógica dominante, habrá muchos actores políticos interesados en movilizar el voto. Desde los grandes operadores de Morena hasta pequeños empresarios del acarreo. Algunos querrán complacer al poder; otros verán oportunidad en los márgenes. En elecciones con tantos cargos y una participación tan reducida, unos cuantos votos pueden ser decisivos. Este proceso será un festín para los operadores electorales.
Sólo los resultados definitivos nos dirán hasta dónde llegará la maquinaria de Morena y sus aliados. Puede que se lleven carro completo; puede que la movilización tenga sus límites. Puede que algunos aspirantes no alineados ganen y no le deban el cargo al oficialismo.
Claro: muy probablemente se lo deberán a otros actores -facciones, sindicatos, iglesias, crimen organizado- o simplemente a la buena suerte. Así de absurdo es el nuevo sistema; la movilización y la suerte podrán más que el conocimiento y el mérito. Sun