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EL QUINTO PODER DE MÉXICO

Productores del Soconusco: la Urgente Necesidad de dar Valor Agregado Para Detonar el Desarrollo Económico Regional
Ernesto L. Quinteros

Desde hace más de tres décadas los productores del Soconusco han levantado la voz para exigir algo que resulta lógico y justo: que la región no solo sea proveedora de materia prima, sino que también cuente con la infraestructura y las condiciones necesarias para industrializar lo que aquí se cultiva y cosecha, generando mayor derrama económica y bienestar social.
Sin embargo, a pesar de la riqueza natural, la diversidad agrícola y el esfuerzo constante del campo, esta aspiración sigue siendo una deuda histórica.
El Soconusco es una de las zonas más productivas del sureste mexicano. Aquí se cultivan frutas tropicales de alta calidad como mango, chicozapote, banana, rambután, marañón, sandía, melón y piña, además de granos y cultivos estratégicos como maíz, ajonjolí, sorgo, soya y café.
No obstante, la mayoría de esta producción continúa siendo primaria, es decir, se comercializa sin ningún tipo de transformación industrial. El resultado es conocido: los productos salen de la región a precios bajos y regresan convertidos en alimentos procesados, bebidas o derivados, con marcas ajenas y a costos mucho más elevados.
Este modelo económico beneficia principalmente a los intermediarios, los llamados “coyotes”, quienes compran las cosechas a precios irrisorios y obtienen las mayores ganancias en otras regiones del país. Mientras tanto, el productor local sigue siendo el más afectado, enfrentando altos costos de producción, insumos cada vez más caros, escasez de mano de obra y una retribución económica que no compensa el esfuerzo invertido en el campo.
A lo largo de los años, los argumentos para justificar la ausencia de industria en la región han sido múltiples: falta de volumen de producción, desorganización entre los productores, condiciones climáticas adversas, altos niveles de humedad, ausencia de incentivos fiscales o falta de interés de inversionistas.
Sin embargo, estas explicaciones ya no convencen cuando se observa que otras regiones con condiciones similares han logrado consolidar cadenas productivas sólidas y competitivas.
La poca industria que existe en el Soconusco ha sido impulsada, en su mayoría, por empresarios locales que, con grandes sacrificios, han apostado por la transformación de productos regionales. Aun así, estos emprendimientos enfrentan serias dificultades para mantenerse a flote ante la falta de apoyos, financiamiento y políticas públicas que fortalezcan el desarrollo industrial en el sur del país.
En este contexto, resulta alentador constatar que los propios productores están comenzando a romper este círculo, apostando por la transformación artesanal y el valor agregado. Un claro ejemplo fue el tianguis navideño realizado recientemente en el parque de Tuxtla Chico, donde productores del programa Sembrando Vida exhibieron los avances logrados en la elaboración de productos derivados del cacao.
Chocolates, cremas y licores orgánicos, libres de agroquímicos y con altos estándares de calidad, demostraron que en la región existe talento, conocimiento y capacidad para competir en mercados más amplios.
El impacto económico de estas iniciativas es significativo. Cada producto transformado genera mayores ingresos para el productor, crea empleos locales, fortalece la economía familiar y reduce la dependencia de intermediarios. Además, impulsa el consumo local, fomenta el turismo gastronómico y abre la puerta a la exportación, posicionando al Soconusco como una región con identidad productiva propia.
No obstante, estos avances traen consigo nuevos retos. La creación de marcas, el registro sanitario, el acceso a canales de comercialización y la posibilidad de exportar requieren acompañamiento institucional. Por ello, es indispensable que la Secretaría de Economía, tanto estatal como federal, voltee a ver al campo del Soconusco y facilite los trámites, financiamientos y asesorías necesarias para que estos proyectos no se queden en el intento.
Dar valor agregado a la producción agrícola no es solo una opción, es una estrategia clave para detonar el desarrollo económico regional, reducir la pobreza y ofrecer un futuro más digno a quienes trabajan la tierra.
El Soconusco no necesita discursos, necesita decisiones. Y el tiempo para tomarlas es ahora. En fin.
Por hoy ahí la dejamos, nos leemos mañana.
¡Ánimo!
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