* VECINOS Y MÚSICOS TEMEN UN REBROTE DE COVID-19, DEBIDO A QUE SE AMONTONAN SIN OBEDECER LAS MEDIDAS DE HIGIENE Y SANA DISTANCIA.
*LLEGAN A COBRAR EL DINERO QUE LES REGALA EL GOBIERNO FEDERAL, MIENTRAS QUE A LOS MEXICANOS LES SUSPENDIERON VARIOS APOYOS.
Tapachula, Chiapas; 18 de septiembre del 2020.- Vecinos y músicos que tienen como base el parque “Amparo Montes”, al oriente en esta ciudad, ya no soportan la presencia de los migrantes, ya que aseguran que ese lugar lo han tomado como punto de reunión y provocan un gran cochinero.
Rocael Hernández Ramírez, mariachi de profesión, comentó que hay contenedores en ese parque; sin embargo, esos extranjeros dejan tirada la basura en cualquier parte y no la depositan donde corresponde.
Agregó que los músicos se han visto afectados, porque el público que llega para alguna contratación, los confunde con los demás migrantes y a veces optan por retirase y con eso se les va la oportunidad de ir a trabajar en serenatas o cumpleaños.
Asimismo, que, para lograr contrataciones, los mariachis tienen que prácticamente salir a la calle a ofrecer sus servicios porque los migrantes tienen acaparado ese parque, con el riesgo de que sean atropellados por los vehículos.
Hernández Ramírez comentó que la aglomeración de migrantes en ese sector de la ciudad es porque utilizan el Servicio Postal para recibir el apoyo económico qué les envía el gobierno federal sin proporcionar ningún servicio.
Recalcó, además, que temen algún contagio de coronavirus, ya que hay grandes aglomeraciones de migrantes sin protección alguna.
Los problemas con los migrantes comenzaron en el último trimestre del 2018, cuando llegó la primera caravana de centroamericanos a Tapachula, atraídos por la oferta de empleo y mejores condiciones de vida.
Después vino una segunda, tercera y varias más, y nadie pudo detenerlos. Derribaron los portones del puente Internacional a patadas y agredieron a golpes a la Guardia Nacional.
Se apoderaron de parques, banquetas, jardineras y otros espacios públicos.
Exigieron ropa, atención médica, trabajo, regularización migratoria inmediata y muchas otras canonjías.
Desde entonces, los representantes de los sectores productivos y de la sociedad han exigido, una y otra vez, que el gobierno federal aplique lo que dice la ley, y los repatríe a sus naciones de origen, pero ese clamor no ha sido escuchado.
Por lo contrario, a muchos de esos indocumentados se les dio trabajo en los programas federales, como el de «Sembrando Vida»; a otros les llegó el apoyo económico sin hacer nada y a unos más les pagaban por fingir como que barren las calles.
Hoy, a casi dos años de aquella primera incursión, los migrantes participan todos los días en los delitos que se cometen en la Frontera Sur, además de que se han apoderado del comercio informal, con mercancía de dudosa procedencia.
Han sido señalados por la sociedad de escandalizar en las calles y protagonizar sangrientos enfrentamientos con fatales desenlaces, así como de ataques sexuales, asaltos, homicidios, extorsiones y otros delitos.
Se han burlado de las indicaciones del sector Salud en torno a la pandemia y se han dado el lujo hasta tener relaciones sexuales en la vía pública, a plena luz del día.
También se han ido apoderando de predios para instalar sus viviendas y muchos ya lograron su calidad de refugiados, es decir, los mexicanos los tienen que mantener.
No se trata de xenofobia, sino la violación permanente de las leyes sin ser castigados. Por lo contrario, la mayoría de ellos vive en la impunidad, ante el estado de indefensión en la que se ha sumido a la sociedad en general. EL ORBE / Nelson Bautista