A tal grado hemos llegado en nuestra sufrida Tapachula, que ni las iglesias se escapan ante la ola de inseguridad. Algunos templos católicos han tenido que proteger sus campanarios con herrerías, debido que a los dueños de lo ajeno se están robando las campanas, para luego venderlas con quienes compran fierro viejo. Es tiempo que la Fiscalía investigue esta otra forma de cometer atracos. EL ORBE/Jesús Sánchez Martínez