La Imprenta son las Luces
Carlos Ramírez
La libertad de prensa nació con el México independiente. Y nació no sólo como un derecho individual sino como un derecho social y político. El 10 de noviembre de 1810, las Cortes de Cádiz promulgaron el Decreto de la Libertad Política de la Imprenta para reconocer la libertad de pensar y escribir en función de tres objetivos:
1.- Como «un freno de las arbitrariedades de los que gobiernan»
2.- Como «un medio de ilustrar a la Nación en general»
3.- Y como «el único camino para llevar al conocimiento de la verdadera opinión pública».
El decreto fue publicado en la Nueva España hasta 1812 pero a los sesenta días fue conculcado por el Virrey porque el ejercicio de la libertad de prensa y de pensamiento estaba debilitando las raíces coloniales de la Nueva España. De todos modos, el periodista Carlos María de Bustamante recibió el decreto con una cita de El Quijote: «¿Con que podemos hablar?»
La libertad de pensamiento, de crítica y de prensa fue un instrumento de liberación de conciencias en el México colonial. Germán Arciniegas recogió una frase del México de entonces: «la imprenta es las Luces», refiriéndose, obviamente, al Siglo de las Luces de la Encyclopedia que marcó el inicio del renacimiento y el fin del oscurantismo de la edad media.
La conquista de la libertad de crítica fue larga. En el debate de los artículos 6 y 7 constitucionales de la carta magna de 1857, el diputado juarista Francisco Zarco, defendió la libertad absoluta de prensa, inclusive la que, decía como restricción la propuesta, «afectaba la paz pública». Zarco estableció tres principios:
1.- Prefirió el concepto de» provocar la rebelión o la desobediencia de la ley» en lugar de “orden público”.
2.- Dejó muy claro que “la opinión sí puede ser un error (pero) jamás puede ser un delito».
3.- Y simplemente se pronunció por la libertad como un “principio amplio y absoluto”.
Su remate quedó para la historia:
“En México jamás ha habido libertad de imprenta. Los gobiernos conservadores y los que se han llamado liberales, todos han tenido miedo a las ideas, todos han sofocado la discusión, todos han perseguido y martirizado el pensamiento”, él mismo detenido y torturado por publicar sus verdades.
El ejercicio de la libertad de prensa, por tanto, es la definición misma de una democracia. Su persecución, coerción o limitación desmiente cualquier democracia demagógica.
Al ser un derecho social, la obligación de facilitar el ejercicio de la libertad de prensa, de pensamiento y de crítica es una obligación legal del Gobierno y del Estado permitirla, alentarla y vigilar su práctica sin restricciones. Todo atentado o coerción contra periodistas por publicar sus pensamientos, es corresponsabilidad del Estado y del Gobierno. Los 269 periodistas asesinados de 1983 a mayo de 2017 han sido posibles por omisión o comisión del Estado y del Gobierno, y más cuando, como dice el grupo Artículo 19, más de la mitad de las agresiones contra la prensa son de funcionarios federales, estatales y municipales.
Las agresiones contra la prensa forman parte de la transición a la democracia forzada por la sociedad y obstaculizada por los Gobiernos desde la crisis de 1968. Cada periodista hostilizado, agredido o asesinado es una prueba de que en México no existe la democracia real. Al oscurantismo de la edad media del sistema político autoritario mexicano debe seguir el ciclo de las Luces con la libertad de prensa como factor de definición. Así de sencillo.
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