¿Sigue la Danza de los Moches?
Darinel Zacarías
“Un día los enanos se rebelarán contra Gulliver. Todos los hombres de corazón diminuto armados con palos y con hoces asaltarán al único gigante con sus pequeños rencores, con su bilis, con su rabia de enanos afeitados y miopes”
Joaquín Sabina.
El nuevo Gobierno Federal optó por reorientar los programas sociales. Eran 150 los existentes para apoyar, presuntamente, a los sectores vulnerables.
El gobierno Obradorista los redujo 100, el argumento fue, optimizar recursos. Acabar con desvíos y malversaciones. Priorizando entre ellos, el destinado a los adultos mayores y a los jóvenes.
En el pasado quedaron ya, más de una centena de programas diseñados para el combate a la pobreza y bajo la liturgia de desarrollo social. Teniendo como ejes 10 programas de mayor envergadura.
Acabaron los programas de empleo temporal y atrás quedaron los comedores comunitarios.
La revisión exhaustiva de estos programas arrojó siempre desvíos millonarios y quebrantos al erario público de los mexicanos.
La instrucción fue reducir y compactar programas. Erradicar el dispendio, evitar la duplicidad y soterrar aquellos, que no tenían efectividad y que la vulnerabilidad, era usada para otros fines.
Andrés Manuel López Obrador instruyó desaparecer lo que a su juicio consideró programas donde la dilapidación era notoria y donde el costo era más elevado que el beneficio social. Basado en los números. Su teorema fue que los números son muy claros, fríos y reales.
En el 2018, como dato aclaratorio, se analizaron 136 programas sociales enfocados a las principales necesidades de familias vulnerables de México. Y el resultado fue catastrófico.
Únicamente 14 programas sociales presentaron resultados indiscutibles, óptimos. En tanto, casi 90 por ciento resultó con diversas anomalías y deficiencias en sus reglas de operación.
Acabar con funcionarios fantasmas, con padrones inexistentes y con desvíos descomunales de dinero gubernamental fue el esbozo del nuevo plan emergente para promover programas prioritarios.
Hasta allí, todo está perfecto, La política de Obrador es promover la transparencia y frenar la corrupción. Y entonces, vino la reorientación de los programas sociales.
Y es que a 10 años no hay avances importantes. Las estadísticas dicen que el grueso de los mexicanos viven en condición de pobreza y las carencias sociales alcanzan a una cuarta parte de la población.
Esos programas eran usados para construir estructuras electorales, como herramientas del aparato gubernamental.
En dependencias federales encargadas de operar estos programas reinó la opacidad, la discrecionalidad y los criterios clientelares.
Sin embargo, al Gobierno actual se le puede aplaudir su ideología de transparencia y de querer hacer bien las cosas. Tal cual lo instruye el mandatario federal.
Ejemplo claro es que el programa “Jóvenes Construyendo el Futuro” ha desencadenado una serie de anomalías. Donde están inmiscuidos, gestores, prestadores de servicios y supuestos supervisores.
A los jóvenes se les rasura su beca. A través de “moches”, se les asigna la cantidad mensual de dos mil Pesos. Y mil 600 Pesos, los reparte el dueño del negocio y el supuesto Supervisor.
Piden la documentación, arman el expediente. Cuadran bien las visitas de supervisión, toman la foto y así es como el manto de corrupción sigue más vivo que nunca. La paga, la dividen. Y el objetivo del programa queda exánime.
En un padrón de 300 mil jóvenes y 57 empresas, esta es ya, una mafia y red bien organizada.
Urge mayor atención en las reglas de operación. Ya se prendió la alarma, de no atender los casos, de nada sirvió la reorientación de estos programas.
Y estarías ante aquel inminente símil literario ¡Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí!
¿Quién dijo que tengo sed?