Mauricio Meschoulam
Analista Internacional
El FBI advirtió hace unos días a los jefes de policía en todo EU acerca de posibles ataques contra los capitolios de los Estados, oficinas federales, hogares de legisladores y negocios, y pide a todas las autoridades estar en alerta máxima por esas amenazas. Las autoridades federales emitieron un boletín de inteligencia en el que se advierte que la irrupción violenta en el capitolio de Washington el 6 de Enero podría convertirse en un «detonador de violencia» para grupos de milicias armadas y para extremistas, quienes tendrían como objetivo la toma de posesión de Biden el 20 de Enero. La cuestión es que el tema no se limita a lo que pueda suceder o se pueda evitar en esa fecha. Se trata de procesos complejos que tienen ya tiempo en gestación y que seguramente van a continuar.
Según reportes publicados en 2020 por el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales o el Southern Poverty Law Center, el terrorismo de extrema derecha en EU sigue creciendo y ha rebasado desde hace tiempo al perpetrado por cualquier otra clase de ideología en ese país, lo que incluye actos extremistas cometidos por grupos de izquierda, o al terrorismo islámico. Solo en 2020, en plena pandemia, 90% de atentados o planes para cometerlos, pertenecen a esa categoría. Los ataques cometidos por extremistas de derecha del 2001 a la fecha, han ocasionado 15 veces más muertes que los ataques cometidos por extremistas de izquierda. En ocho de esos años, los extremistas de derecha causaron el 100% de las muertes, y en otros tres, incluidos 2018 y 2019, fueron responsables de más del 90% de esas muertes.
No todos los crímenes de odio son atentados terroristas pero ambas categorías de ataques cometidos por supremacistas y nacionalistas blancos han crecido, y según los reportes, seguirán creciendo. Ahora habría que añadir componentes más explosivos a esas tendencias.
1. Procesos de radicalización. De acuerdo con Moghaddam, la radicalización se da a través de peldaños en una escalera ascendente que las personas suben conforme perciben que se agotan las vías pacíficas de participación política, y que solo la violencia puede conseguir los objetivos que buscan.
2. Seguidores duros y blandos. Tanto los atentados terroristas como otros eventos de violencia como los hechos del 6 de Enero en Washington, alimentan seguidores duros y seguidores blandos. La investigación refleja que en la medida en que los incidentes de violencia son percibidos como eficaces desde la óptica de estos seguidores, las posibilidades de que se repitan hechos similares crecen.
3. Uso de internet. Una buena parte de los procesos de radicalización de individuos y grupos extremistas en la actualidad se está dando a través de internet y redes sociales. La investigación más reciente refleja que el punto de entrada de este proceso está siendo el de las teorías conspirativas.
4. Cierre de canales de comunicación. El cierre de canales de comunicación como lo son las redes sociales, no detiene, sino que incentiva estos procesos de radicalización. Esto es lo que revela la investigación al respecto. La suspensión de cuentas o plataformas para expresarse es percibida por parte de extremistas como parte de la misma conspiración institucional en su contra.
Todo lo anterior ha sido visible en los sucesos de los últimos días en EU. Hay otros puntos y factores -por ejemplo, el rol de figuras políticas como Trump en esos procesos- que abordaremos en otro momento. Por ahora, Biden tiene un reto enorme en este tema. Ese reto pasa por comprender muy bien cómo funcionan estos procesos y cuáles son las acciones que se han implementado en varias partes del mundo para intentar contenerlos y en su caso, revertirlos. Sun