Sequía Agarra a Productores Descapitalizados en la Región del Soconusco de Chiapas
Ernesto L. Quinteros
La temporada de lluvias llegó a su fin y, con ella, inició un periodo de angustia para miles de productores del Soconusco.
La desaparición de la humedad en los suelos obliga ahora a los campesinos a buscar alternativas para regar sus cultivos, en un momento en el que la mayoría está descapitalizada y sin posibilidad de tecnificar sus parcelas.
La incertidumbre crece, y con razón: no hay recursos, no hay apoyos y los costos de producción se han disparado de manera desmedida.
La crisis que enfrenta el agro en la región no es nueva, pero sí se agudiza cada año. Los productores se quejan de la falta de mano de obra, del encarecimiento de fertilizantes, semillas, agroquímicos, maquinaria y combustibles. Todo sube, menos los ingresos del campesino.
Esta situación ha provocado que muchos agricultores abandonen sus tierras o produzcan únicamente lo indispensable para subsistir. El campo está resistiendo, pero está herido.
El Soconusco es una región agrícola por excelencia. Cientos de hectáreas están sembradas con plátano, cacao, café, mango, maíz, soya, ajonjolí y otros cultivos que forman parte esencial del motor económico local. Según estadísticas regionales, ocho de cada diez pesos que circulan en la economía provienen directa o indirectamente de la actividad agrícola. Sin embargo, la importancia del campo contrasta brutalmente con el abandono institucional que enfrenta.
Pese a la magnitud del problema, el sector continúa siendo castigado con nuevas cargas administrativas y económicas. Entre ellas, el incremento al salario mínimo y la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales, medidas que, aunque favorables para el trabajador en teoría, golpean con fuerza a pequeños productores que apenas logran sostener su nómina.
A esto se suman disposiciones fiscales que complican aún más la operación diaria del agricultor, quien debe cumplir con trámites cada vez más engorrosos.
La reciente aprobación de las reformas a la Ley de Aguas Nacionales agrega una nueva preocupación al panorama. Aunque el discurso oficial asegura que estas modificaciones buscan garantizar el acceso al agua, en la práctica existe un temor generalizado por la falta de claridad en los criterios que utilizará el Gobierno Federal para otorgar, renovar o condicionar las concesiones.
Peor aún: se prevé que los trámites se vuelvan más burocráticos y costosos, obligando a los productores a pagar nuevos derechos o impuestos para poder acceder a un recurso imprescindible para su labor.
La pregunta es: ¿cómo puede sobrevivir el campo bajo estas condiciones? Si la sequía ya representa una amenaza severa, la carga administrativa y la falta de apoyo lo colocan al borde del colapso. Y lo que sucede en el Soconusco no es una excepción. En el norte del país, hay regiones donde el agua prácticamente ha desaparecido, afectando a productores que han visto sus tierras transformarse en desiertos improductivos.
Mientras tanto, el aparato gubernamental continúa privilegiando discursos antes que soluciones. No se invierte en tecnificación, no se fortalece la infraestructura hídrica, no se desarrolla un programa serio de financiamiento accesible, no se protegen los precios de garantía y tampoco se impulsa la capacitación que el campo mexicano necesita para sobrevivir ante el cambio climático.
La falta de acción efectiva resulta más grave si se toma en cuenta que el campo sostiene la seguridad alimentaria del país. Sin productores no hay alimentos, y sin alimentos no hay estabilidad social. Pero pareciera que esta verdad elemental no ha sido comprendida por quienes diseñan políticas desde el escritorio, lejos del sol, del lodo y de la realidad que enfrenta el campesino.
Hoy, la sequía ha encontrado a los productores del Soconusco con más carencias que nunca. Y aunque ellos siguen trabajando la tierra con esfuerzo y resistencia, es evidente que el campo no puede seguir sobreviviendo sin apoyo.
Si la Federación continúa volteando hacia otro lado, no será la falta de lluvia la que acabe con la producción agrícola, sino la falta de voluntad política.
El futuro del campo depende de decisiones urgentes. Tan urgentes como el agua que hoy le hace falta.
Por hoy ahí la dejamos, nos leemos mañana.
¡Ánimo!
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