El protocolo para trabajar con pingüinos en cine es rígido: antes de su llegada al set, éste debe ser rociado con bactericida; tener el mínimo equipo necesario porque pueden distraerse y, algo muy importante, es que a su llegada nadie hable.
“Imaginen a todo el equipo, técnicos y actores que siempre están de un lado a otro, estar en completo silencio; no podíamos decir: ‘qué bonito’, era estar callados”, recuerda Adriana Barraza. La actriz y el francés Jean Reno (Godzilla) se sometieron a estas rutinas durante varios días del rodaje de «Mi amigo el pingüino», en la que se utilizó en 80% la presencia de esas aves polares reales.
El filme, que ya está en salas nacionales, retoma lo ocurrido en 2011 en una playa brasileña, cuando un pescador rescató un pingüino que llegó cubierto de petróleo, desnutrido y a punto de morir. El hombre lo limpió e hizo todo lo posible para que sobreviviera y, cuando se recuperó, fue llevado a una isla cercana y fue soltado para regresar a su hábitat, pero no ocurrió del todo, pues el animal regresa cada año a la casa del humano que lo salvó y pasa varios meses acompañándolo.
“Había conocido la historia cuando fue famosa, pero nadie compró los derechos hasta que un estudio de Hollywood lo hizo y me llamaron para dirigirla. Cuando hablamos de hacerla con pingüinos reales era bueno, quizá sólo un 50/50, pero son muy inteligentes”, narra el director carioca del filme, David Schurmann.
Para Adriana y Jean el proceso fue convivir previamente con los pingüinos que formarían parte de la historia, para que estos últimos los percibieran como algo familiar. En total fueron 10 aves utilizadas, chicas y grandes, que se ven en distintos momentos. SUN
El día que Adriana Barraza Tuvo que Callar
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