jueves, septiembre 19, 2024
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Kamala Harris Arrincona a Donald Trump en Debate Presidencial

*Hablaron Sobre Inmigración, Economía, Guerras y Aborto.

El primer debate presidencia de este largo ciclo electoral estadounidense, el que enfrentó en junio a Joe Biden y Donald Trump, duró apenas cinco minutos. Ambos contendientes estuvieron formalmente 90 hablando ante las cámaras, pero en las dos o tres primeras intervenciones la suerte estaba echada. La de la noche y la de la carrera de Biden. El segundo debate, aunque técnicamente haya sido el primer cara a cara de Trump y Kamala Harris, el celebrado este martes (madrugada española) en Filadelfia (Pensilvania), no ha tenido nada que ver. La vicepresidenta sale reforzada, sin haber cometido errores y habiendo logrado sacar de quicio al multimillonario en reiteradas ocasiones, mostrando su lado más irascible, descontrolado y errático, pero sin una conclusión demoledora o definitiva.
Los analistas llevaban semanas haciendo cábalas sobre el choque, el séptimo debate presidencial de Trump (además de incontables más en sus primarias) pero sólo el primero de Kamala Harris, cuya experiencia más similar fue un cara a cara entre aspirantes a vicepresidente en 2020. No fue épico, no será recordado en los libros, pero dio juego y sin duda no le falta ritmo, sobre todo en su parte central. Ambos se habían preparado pero la estrategia de la líder demócrata, muy evidente y bien ejecutada, se impuso al abrumador torrente dialéctico del republicano. El principio no podía ser más sencillo: apuntar al ego de Trump y esperar a que su ira hiciera lo demás. Y funcionó a la perfección.
Trump arrancó tranquilo, pero cada vez que su rival pinchaba su frágil vanidad, la respuesta era visceral, forzando a los moderadores a cortar al ex presidente o a corregir sus insostenibles afirmaciones. Lo consiguió Harris diciendo que las personas que van a los mítines del multimillonario se van antes de que terminen por aburrimiento. Lo volvió a hacer recordando que importantes figuras del Partido Republicano, como el ex vicepresidente Dick Cheney, que van a votar por ella. Y metió el dedo en la herida asegurando que «los líderes mundiales se ríen de Donald Trump y creen que es una desgracia». De la calma se pasó a los gritos, los discursos acelerados.
Lo que vino a continuación se ha visto muchas veces. Una subida del tono, del volumen, ataques personales, contra ella o Biden «ese pobre hombre débil y patético» y mentiras inverosímiles. Hasta en tres ocasiones los moderadores de la ABC tuvieron que dirigirse a los millones de espectadores para aclarar que «no hay ninguna ley en ningún estado de EEUU que permita matar a recién nacidos», ante la recurrente historia de Trump de que los demócratas permiten «no el aborto, sino la ejecución de recién nacidos».
Tuvieron que actuar una segunda vez para recalcar que según todas las autoridades, no hay ningún caso detectado de comunidades de ningún tipo que se estén comiendo mascotas, después de que el ex presidente reprodujera e incluso amplificara el bulo de que inmigrantes haitianos «se están comiendo a los perros y los gatos de la gente». E incluso una vez más para dejar claro que Trump perdió las elecciones en 2020 y que ninguno de los más de los 60 proceses que se abrieron por instigación republicana en diferentes estados ha llegado a una conclusión diferentes, después de que Trump insistiera en que él gano esas elecciones y que jamás reconocerá su derrota. Algo que irritó profundamente a su campaña, que después de la primera hora de debate cargó con fuerza contra la cadena acusándoles de parcialidad.
La obsesión del equipo de Trump era calmarlo, que mantuviera la compostura, dentro de un orden al menos, como hizo apenas unas semanas, que ahora parecen lustros, contra Joe Biden en Atlanta. A diferencia de Harris, que preparó concienzudamente la estrategia con un equipo profesional y experimentado en debates y televisión, con actores imitando el estilo de su rival, y muchas cabezas puliendo la línea, el ex presidente optó por lo que más le gusta: seguir su instinto. Los suyos admitían en la víspera, con una mezcla de fe y otra de resignación, que lograr que se siente a estudiar no es precisamente sencillo.
Trump es una fuerza de la naturaleza, incontrolable, imparable, tan hiriente e irrespetuoso como divertido a menudo en sus intervenciones. «El mejor insultador en muchas generaciones», en palabras de uno de sus ex rivales republicanos. Intentar seguirle el ritmo en un suicidio. Entrar a su juego, es una derrota segura. Y Harris lo evitó en todo momento, sin caer en una sola trampa, sin entrar al trapo, escogiendo ella los temas en los que hacer daño y sin ir a remolque.
Harris tenía muchos ángulos que cubrir, quizás demasiados. Mantener la ilusión que ha impulsado a su campaña en las últimas semanas, logrando una recaudación récord y remontada en las encuestas. Diferenciarse de Biden todo lo posible, en lo que a salud, fortaleza, juventud y vitalidad se refiere, pero sin renegar de su jefe, pues sigue siendo su vicepresidenta. Presentarse como la figura del cambio, del futuro, en comparación con la vuelta al pasado que representa un ex presidente, si es que es posible siendo ella la número 2 de la administración.

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