Mario Melgar A.
Si algo caracteriza la gestión de AMLO es su capacidad de dividir a México. Ha llegado a prostituir hasta instituciones democráticas que hubieran sido avance del sistema político. Una de ellas es la revocación del mandato o recall que se define por la Ley de Revocación del Mandato en estos términos: “El proceso de revocación de mandato es el instrumento de participación solicitado por la ciudadanía para determinar la conclusión anticipada en el desempeño del cargo de la persona titular de la Presidencia de la República, a partir de la pérdida de la confianza”. (artículo 5).
No obstante, la inequívoca definición legal, el presidente logró, con el aval de una minoría en la Suprema Corte, que la pregunta no fuera la que deriva de la Constitución (determinar la conclusión anticipada del cargo) sino forzar la permanencia en la presidencia, no solamente durante el tiempo que resta, sino ampliar la gestión y reelegirse con fundamento en el clamor popular. Ya entrados en gastos, es altamente probable que AMLO, ansioso de utilizar el termómetro del ego y desojar la margarita de su seguridad/inseguridad política quiera contestar la pregunta: ¿Me quiere o no me quiere el pueblo?
La ciudadanía se debate entre votar o no votar. Quienes quieren a AMLO, no son pocos pero tal vez insuficientes, votarán para que continúe en el cargo toda la vida, otros, los que no son sus partidarios (los llama adversarios) se dividen en dos grupos: los que ingenuamente creen que la revocación va en serio y que de perder la elección el presidente tendrá que dejar el cargo y los que pensamos que hay que abstenerse.
La ingenuidad de los primeros ciudadanos es que no han considerado que en el improbable caso que se dé la revocación, el sucesor será el presidente del Congreso, un morenista que estará en el cargo treinta días y después el Congreso, con mayoría de Morena, decidirá que el sucesor de AMLO sea el que AMLO decida. Podría pasar algo inusitado: que las cosas todavía pueden empeorar en México.
Los más informados están por la abstención, lo que parece ser lo razonable, aunque no hay que olvidar que abstenerse en política es como ejercer sin título o viajar sin pasaporte. La abstención de darse hará evidente el engaño institucional al que llevó AMLO al país. Enfatizará la inaudita decisión de cuatro ministros de la Corte que liderados por su presidente desecharon las razones constitucionales de la mayoría que perdió la votación, en virtud de unas incomprensibles normas en que una mayoría de siete (que tiene la razón jurídica) pierde ante una minoría de cuatro (que tiene la razón política).
Mientras tanto se hablará de la revocación lo que dará un respiro, así sea pasajero, a la atención de los incontables problemas acumulados. Problemas que el gobierno, dando tumbos, no puede resolver. En la incertidumbre todo indica que esta vez habrá que abstenerse y no votar. Sun