miércoles, abril 24, 2024
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Descifrando a Turquía Ante Ucrania, Rusia y la OTAN

Mauricio Meschoulam
(Analista Internacional)

En 2021, el ejército ucraniano desplegó por primera vez un dron turco, el Bayraktar TB2, para atacar a los separatistas prorrusos del Donbás. Putin, como sabemos, tomó muy en serio ese tipo de desafíos, pero, además, tomó nota especial del armamento que Turquía -un miembro de la OTAN- estaba ya proveyendo a Kiev. Sin embargo, la posición de Ankara respecto a Rusia, respecto a Ucrania y respecto a sus aliados occidentales, es compleja.
Primero, Rusia y Turquía son rivales geopolíticos históricos, y sus intereses compiten o chocan en la actualidad en distintos ámbitos. En Siria, en Libia o en el conflicto Armenia-Azerbaiyán, Moscú y Ankara apoyan a bandos opuestos. Por tanto, para sostener los delicados equilibrios y los ceses al fuego en esos sitios, la colaboración de Moscú es crucial. Turquía controla además el acceso al estratégico Mar Negro, lo que le ha puesto en el ojo del huracán a medida que fueron creciendo las hostilidades en la zona. Por si ello no basta, el turismo y las importaciones rusas, son cruciales para Ankara. Por ello, Turquía ha tenido que navegar por un hilo muy delgado entre apoyar a Ucrania y a sus aliados occidentales, pero a la vez, intentar no contrariar a Putin, no sumándose, por ejemplo, al concierto de sanciones contra Rusia. Al mismo tiempo, Turquía ha estado participando activamente en la mediación.
Del otro lado, Turquía mantiene serias disputas con sus aliados occidentales. En el contexto de sus fallidos intentos por ingresar a la Unión Europea y las constantes quejas de Bruselas y Washington por las violaciones a los derechos humanos en el país, o bien, las restricciones de ventas de armas a Ankara, Erdogan optó por usar la crisis de refugiados sirios como carta de negociación para obtener distintas concesiones.
En lo general, Turquía siente que sus consideraciones de seguridad no han sido tomadas en cuenta por parte de sus aliados de la OTAN. Por ejemplo, Turquía es el país con la minoría kurda más importante en el mundo y Ankara sostiene desde hace décadas un conflicto con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Tras el ascenso de ISIS en 2014, EU y sus aliados europeos decidieron combatirle en colaboración con las milicias kurdo-sirias (llamadas YPG), las cuales, según Turquía, se encuentran directamente ligadas al PKK. En palabras simples, en la visión turca, EU estaba armando, entrenando y respaldando directamente a los enemigos de Ankara con tal de combatir a ISIS.
Por último, tras el fallido intento de golpe de Estado del 2016 en Turquía, Erdogan culpó a Fethullah Gülen, un ideólogo, clérigo y político islamista que vive en EU. Así, desde 2016 en adelante, Erdogan lanza una guerra abierta contra el gülenismo. Ankara reclama a distintas naciones europeas el albergar a sus enemigos en sus países, lo que incluye a personas que tienen algún lazo con la militancia kurda (ya sea el PKK, o las YPG), o bien, a personas turcas exiliadas que tienen vínculos con Gülen.
Esa serie de factores combinados, entonces, permite entender que: (a) Turquía se siente realmente no escuchada y no comprendida por sus aliados de la OTAN; (b) Erdogan estima que, ante la situación geopolítica actual que orilla a Suecia y Finlandia a aplicar para acceder a la alianza atlántica, se encuentra en un buen momento para hacer que sus reclamos ahora sí se escuchen -no solo por Finlandia y especialmente Suecia- sino por todo Occidente. Por ello pretende negociar su aval mediante demandas como exigir la extradición de personas consideradas por Ankara como enemigas; y por último (c) Turquía seguirá buscando no romper los equilibrios con Rusia y demanda que sus aliados de la OTAN entiendan y respeten esa posición. Sun

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