Rolando Zapata Bello*
La economía mexicana se encuentra en una situación crítica, agonizando en el Golfo de México, no por fuerzas externas incontrolables o un buque de guerra norteamericano que nos vigila desde ese pedazo de mar, sino por una decisión política interna: la persistente apuesta por Petróleos Mexicanos (Pemex) a expensas de las finanzas públicas y la falta de inversión en sectores verdaderamente estratégicos, como la educación, o de mínima decencia humana, como la salud. Lo peor es que Pemex ni siquiera prioriza el combustible que realmente utiliza el país: el gas natural.
El 59% de la electricidad nacional se genera con gas natural, y el 69% de ese gas se importa de Estados Unidos. Esta realidad expone el absurdo de la política energética actual, dejando al país en una situación de vulnerabilidad soberana alarmante. Un simple cambio de política en la exportación de gas por parte de Estados Unidos podría paralizar la economía mexicana en una semana.
No se trata de perder el temor a los aranceles; pero el verdadero terror reside en la posibilidad de que se cierre el suministro de gas, ya que México solo tiene capacidad de almacenamiento para 2.4 días de consumo. Si se corta el suministro, en tres días nos quedaríamos sin luz. Esta es la verdadera prioridad energética, no la gasolina. Se ha invertido en proyectos ineficientes como Dos Bocas (que parecen «Seis Bocas» devorando el presupuesto), mientras se debería priorizar la capacidad de almacenaje de gas.
A modo de comparación: Australia tiene capacidad de almacenamiento para 318 días, Francia para 98 días, Italia para 94 días, y México sólo para 58 horas.
Esta dependencia energética extrema, combinada con la ineficiencia de Pemex, desvía la atención de la verdadera crisis: la falta de inversión en áreas estratégicas para el futuro. Mientras se siguen gastando recursos en mantener a flote un sector obsoleto, se ignora la urgente necesidad de construir un éxito económico sin depender de abundantes recursos naturales.
Corea del Sur, por ejemplo, logró su desarrollo económico a través de una estrategia que priorizó la inversión en capital humano, educación de alta calidad enfocada en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), innovación y atracción de inversión extranjera en sectores de vanguardia.
Este modelo contrasta con la estrategia mexicana, que se ha enfocado en la extracción de recursos naturales, ignorando el potencial de su capital humano (a pesar de un bono demográfico que se nos escurre entre los dedos cada día) y la necesidad de una transformación tecnológica profunda.
La prioridad para México debe ser la inversión masiva en tecnología y capital humano. Esto implica inversión en educación para mejorar significativamente la calidad de la educación en STEM a todos los niveles, desde la primaria hasta la educación superior. El fomento de la innovación para crear un ecosistema que apoye a las empresas tecnológicas, la investigación, el desarrollo y la comercialización de nuevas tecnologías.
La atracción de inversión extranjera de empresas tecnológicas globales para generar empleos de alta calidad y transferir conocimiento y, el desarrollo de infraestructura digital para mejorar (en serio) conectividad a internet y la infraestructura digital que haga posible facilitar la adopción de nuevas tecnologías.
Si continuamos aferrados a un modelo económico obsoleto de gasolina y refinería, la dependencia energética del gas que no tenemos para producir el combustible del Siglo XXI -que es la electricidad- nos mantendrá vulnerables y la economía seguirá agonizando. Es hora de adoptar una estrategia de desarrollo que priorice la inversión en capital humano, la innovación tecnológica y la diversificación económica.
De lo contrario, «morir en el Golfo» no será una metáfora, ni un gran libro, sino la desastrosa decisión que un gobierno ciego por su propia doctrina tomará en nombre de todos. Sun
*Diputado Federal