Sheinbaum, la Herencia y
suPropio Legado Histórico
Carlos Ramírez
Aunque será muy complicado y difícil el fincamiento de responsabilidades directas al presidente Andrés Manuel López Obrador por acciones de su gobierno, como responsable de la consolidación y expansión de los cárteles mexicanos del crimen organizado -no solo de la droga-, la viabilidad de corto plazo del régimen de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo dependerá del replanteamiento general de la estrategia de su antecesor, y al menos, como imagen pública de deslindamiento inevitable.
En el fondo, la continuidad transexenal tiene menos que ver con los resortes conocidos del eliascallismo durante apenas siete años que con una estrategia de seguridad basada más en la cogobernanza que en la lucha para la destrucción de los grupos delictivos. El modelo lopezobradorista de “abrazos, no balazos” consolidó al crimen organizado como un factor de poder real y le quitó espacios de soberanía del Estado en territorio, instituciones y funcionarios.
De eso habría confesado Ovidio Guzmán López, y muchos de los datos en el ambiente de seguridad y de gobierno, en efecto involucran la responsabilidad presidencial. El crimen organizado es hoy más fuerte que en 2018 y hoy el Estado requiere de mayores recursos, decisiones operativas y fuerzas de represión delictiva que antes.
El tiempo político de las decisiones lopezobradoristas en Sinaloa, por ejemplo, terminó el 1 de octubre del año pasado. Y lo que ocurra o deje de ocurrir y lo que se sepa que ocurrió después será anotado en el legado de la presidenta Sheinbaum. El gobernador Rubén Rocha Moya es una herencia maldita del presidente López Obrador que, al final decuentas, mancha su propio legado. De ahí que, paradójicamente, la herencia de López Obrador dependa de que la presidenta Sheinbaum construya su propio legado sexenal.
La historia política del sistema presidencialista mexicano está cargada de evidencias sobre el costo político que ha tenido para un Presidente de la República en turno el cargar con las continuidades que, racionalmente corresponden a una correlación de fuerzas políticas y sociales ajustadas a los estilos del antecesor. Por eso se advierte que el discurso retórico de la presidenta Sheinbaum no responde a lo que su imagen y biografía política se ha encargado de fijar en el inconsciente sistémico, y sus decisiones se vean extensivas del pasado o propias con el lastre de las herencias continuistas.
Más que una ruptura con el pasado, lo que se necesita es una capacidad de gestión autónoma del presente. El primer paso lo tiene que dar el presidente emérito López Obrador y está obligado a reconocer que la correlación de fuerzas políticas sociales, hoy, es diferente a la que le tocó en su sexenio, y que su sucesora necesita de autonomía relativa respecto al prácticamente imposible sexenio de doce años al que se aspira.
Sin un sheinbaumismo activo y con margen autónomo de maniobra, el lopezobradorismo se irla desgastando ante un escenario de crisis de régimen/sexenio/economía/geopolítica. Y en la dinámica del poder, el Plan México podría ahogarse en las propias limitaciones del vigente sistema/régimen/Estado/Constitución en modo priista.
El problema de la presidenta Sheinbaum radica en la inexistencia de su propio bloque de poder: el partido, los liderazgos legislativos, los medios oficiales, los jefes intermedios del morenismo, el gabinete y la burocracia de Palacio Nacional responden a los resortes del Palacio de Invierno de Palenque y los tiene el Presidente emérito.
A menos que la Casa Blanca autorice un operativo para revelar las versiones de Ovidio Guzmán López que involucren directamente a López Obrador -inclusive con dichos y sin pruebas-, el acuerdo EU-Ovidio quedará atascado en sólo presiones estadunidenses mediáticas sobre funcionarios mexicanos.
La clave para salir del bache AMLO está en el acuerdo general de la presidenta Sheinbaum con el presidente Trump, pero el entorno de estrategas de seguridad de la Casa Blanca carece de capacidad de reflexión, y solo busca cómo aplicarle a México los castigos pensados por Trump.
Y a la Presidenta mexicana le falta construir una base sólida de acuerdo Estado-empresarios-trabajadores para el Plan México como modelo de desarrollo autónomo, que debió haber pensado Salinas de Gortari y que López Obrador desdeñó por su populismo de primer piso.
El Plan México es una base, pero es incompatible con el populismo de Estado.
Política Para Dummies: La política no es el ayer, sino el mañana.
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