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Olga Sánchez: Una Mujer Ejemplo en el Mundo

 

Reportaje Especial por el “Día Internacional de la Mujer”

* Es una de las mujeres con mayores reconocimientos en México
* Fue galardonada por el Dalai Lama con el premio «Héroes de Compasión»
Tapachula, Chiapas; 07 de marzo.- Olga Sánchez Martínez es la única mexicana que ha recibido el premio «Héroes de Compasión» de manos del Dalai Lama. Este 8 de marzo festejará el Día Internacional de la Mujer y 31 años desde aquella ocasión en que los médicos la desahuciaron por cáncer terminal en intestinos.
Nació en extrema pobreza el 12 de Marzo de 1959, en los límites entre los municipios de Tapachula y Tuxtla Chico, en Chiapas.
Por esa precaria situación económica no tuvo la oportunidad de ir a la escuela. La vida la obligó a aprender a leer y escribir en las calles.
Cuando cumplió 8 años de edad, sus padres la echaron de la casa para que se valiera por sí sola, como era costumbre en esos tiempos.
Caminando llegó a la cabecera municipal de Tapachula, en donde trabajó en tortillerías, juguerías, en el cuidado de niños y de sirvienta.
Al cumplir los 11, decidió emigrar sin documento alguno al entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México, en compañía de otra menor. Al llegar, se sentaron en la Alameda Central y se preguntaron: ¿Y ahora qué hacemos?.
Ambas fueron contratadas como sirvientas, aunque la patrona de Olga se percató que tenía habilidades naturales para costurar y por ello decidió llevarla a un taller de confección de alta calidad que surtía a la empresa «Clemente Caballero», una tienda que vestía a los artistas, políticos y gente de la alta sociedad.
No tenía un sueldo fijo, luego de que la patrona la mantenía en su casa como parte de la familia. Por lo mismo, un día decidió probar otras latitudes, aunque fue una amarga experiencia porque fue secuestrada por unas personas quienes, al igual que a otras niñas, las explotaban laboralmente.
Valiente de nacimiento, Olga se jugó la vida y logró ayudar a escapar a todas las menores de edad de ese lugar y ella optó por regresar al taller de corte.
Al cumplir la mayoría de edad, la mala alimentación, arduas jornadas de trabajo y una vida llena de presiones, le causó una hemorragia intestinal que la tuvo postrada en un hospital durante un mes.
Se quería morir. Apenas pesaba 30 kilogramos y sufría de traumas, desconsuelo y nula autoestima, aunque logró salir de esos padecimientos y continuar trabajando porque gran parte de su sueldo lo enviaba para mantener a su familia.
Tuvo varias recaídas, la peor fue a sus 27 años cuando su enfermedad la mantuvo hospitalizada durante seis meses.
De acuerdo al expediente médico de uno de los hospitales más prestigiados del país, Olga padecía cáncer intestinal en fase terminal y el dictamen señalaba que no le quedaba más que un par de meses de vida. Por ello decidió regresar a morir en Tapachula.
Al llegar a la ciudad fue a la iglesia erigida a San Agustín, patrono del pueblo, en donde con lágrimas en el rostro enfrentó a Dios al decirle: «Si tú me curas, yo te serviré los días que me des de vida».
En los próximos 15 días se sometió a un tratamiento naturista que le devolvió el deseo de comer, el cual ya había perdido años atrás.
También se hizo nuevos estudios y los médicos no lograron dar una respuesta científica sobre su cura, luego de que su padecimiento había hecho estragos en siete metros de intestino, al grado de que casi los había pulverizado.
«Cada día, cuando amanece, refrendo mi compromiso con Dios por las próximas 24 horas, el me da vida y yo le doy mis servicios. Así llevo 31 años», comentó en entrevista exclusiva con el rotativo EL ORBE.
Consiente de cumplir su compromiso con Dios, se inició como catequista y a recorrer hospitales para dar palabra de aliento a los enfermos y a los familiares de los pacientes.
A principios de los 90, Olga Sánchez comenzó a repartir comida en las vías del tren en Chiapas, en donde se concentraban indigentes y migrantes.
Ahí se encontró que muchas de esas personas morían a falta de atención médica por enfermedades comunes o por hambre. Eso la motivó a tomar a cuestas el cuidado de todos ellos, incluso llegó a tener a 20 enfermos en su propia casa, ubicada al sur de la ciudad de Tapachula, en donde les daba de comer y medicamentos.
El espacio se volvió muy reducido y por lo mismo en 1999 solicitó las instalaciones de la Casa del Indigente en Tapachula, en donde estuvo casi un año.
Para el 2000, un empresario local, Francisco Muñoz Palacios, le dio prestada una casa en la que por varios años la convirtió en el Albergue Jesús el Buen Pastor, en donde llevaba a indigentes, migrantes mutilados, mujeres maltratadas y otras personas en situaciones extremas.
Terminó con sus ahorros y tuvo que vender sus pertenencias personales para poder cumplir esas tareas. Después pidió limosna en las calles, negocios, templos religiosos y hasta casa por casa.
Ella misma reconoce que era desesperante saber que se acercaban las horas de comida y que en el albergue había en promedio 20 personas esperando ser alimentadas y que además requerían cuidado médico.
Su labor fue reconocida en enero del 2004 cuando el Gobierno Federal instituyó por primera vez el Premio Nacional de los Derechos Humanos, siendo ella la primera en recibirlo de manos del entonces presidente de la República, Vicente Fox Quesada, quien además le entregó un cheque de 250 mil pesos.
Días después, el Gobierno de Canadá, a través de su Embajada, la premió como la Mujer del Año y un donativo de 900 mil pesos.
Con esos recursos compró suficiente comida, contrató un médico, enfermera y otros especialistas para atender el Albergue. También adquirió prótesis para los migrantes mutilados y dio el primer abono de un terreno ubicado al sur de Tapachula, en donde soñaba construir sus propias instalaciones.
Los reconocimientos internacionales y nacionales vinieron después por racimo. El Gobierno de Australia le entregó el premio «Ejemplo Humano» y 150 mil pesos, mientras que la organización «Vamos México» reconoció su esfuerzo y dedicación, además de un donativo de 260 mil pesos.
Con todo ello empezaron a construir el Albergue en donde los mismos migrantes mutilados decidieron participar como voluntarios.
La empresa chiapaneca en el ramo de la construcción «López Acosta», ofreció sus servicios de manera altruista y en el 2005 fue oficialmente inaugurado.
Recuerda que un día tocaron a la puerta y al abrir se encontró con la sorpresa de que había llegado hasta ahí y sin protocolos, María Shriver, la esposa de quien entonces era gobernador de California, en los Estados Unidos, Arnold Schwarzenegger.
Asegura que Shriver lloró al ver la realidad de los migrantes al sur de México. Recorrió el albergue y dejó un donativo económico, 50 sillas de ruedas y 20 pares de muletas.
Hoy ese lugar cuenta con 4 dormitorios con siete camas cada uno para mujeres; otras seis piezas similares pero para hombres, además de talleres de panadería, costura, computación, inglés, cocina, comedor, capilla, sala de televisión, bodega, lavandería, consultorio, baños y áreas verdes.
Desde entonces se han atendido a más de diez mil personas, la mitad de ellos migrantes mutilados al caer del tren en su viaje a los Estados Unidos.
Entre la lista de pacientes atendidos están también heridos de bala, violados sexualmente, atropellados y lesionados por arma blanca.
Hay algunos servidores públicos y civiles que apoyan de vez en cuando con alimentos y otros apoyos, pero no son suficientes para dar de comer a los migrantes y pobres que viven temporalmente ahí.
Por ello, Olga Sánchez, aquella mujer que un día reto a DIOS a darle vida a cambio de servir a los pobres, continúa pidiendo limosnas en las calles de Chiapas.
Fue nombrada la Mujer del Año por la administración estatal; el Senado la galardonó en el 2006 con el Mérito al Valor; una cadena de televisión mexicana la designó «Mujer con Valor», en su edición 2009; y muchos otros reconocimientos.
Sin embargo recuerda especialmente aquel 26 de abril del 2009, cuando recibió el premio «Héroes de Compasión a quienes no cantan» de manos del Dalai Lama. Ha sido la única latinoamericana en recibir ese reconocimiento.
Casada y con tres hijos, en el 2007 Olga se encontró con un recién nacido abandonado, quien tuvo que ser sometido a dos operaciones y la colocación de una válvula en el cerebro.
Por las complicaciones médicas del bebé se abocó a su cuidado de manera permanente. Hoy es el cuarto hijo de Olga Sánchez a quien bautizó con el nombre de Ángel.
«La marginación no se soluciona por decreto y tampoco se da de comer a los pobres con discursos. Hacen faltan más acciones y menos palabras», sostiene Sánchez Martínez.
Al abordar el tema del Día Internacional de la Mujer señala que, a pesar de todas las reformas legislativas, en México el sexo femenino sigue siendo objeto de explotación sexual y laboral y que, incluso, hay regiones del país «en donde muchas niñas son cambiadas por una vaca o un costal de frijol».
La situación de las mujeres migrantes, según dice, es todavía peor, «porque se les puede utilizar de cualquier forma o vender por unas cuantas monedas».
“¿Entonces, qué se puede celebrar en el Día Internacional de la Mujer?, sobre todo cuando hay dolor y tristeza de muchas mujeres que lloran y claman justicia en el país, pero no son escuchadas ni tomadas en cuenta, salvo en los periodos de elecciones», recalcó.
Olga Sánchez, esa mujer que pide limosna para los pobres y los migrantes, la misma que los médicos desahuciaron hace más de tres décadas, recibió de manos de los obispos de la Iglesia Católica de Alemania, el reconocimiento «La Mujer de la Evangelización en el Mundo».
«Nos da mucha alegría recibir los reconocimientos y premios de muchos países pero, sinceramente, cambiaría cualquiera de ellos por comida para el albergue», puntualizó. EL ORBE / Ildefonso Ochoa Argüello

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