Luis Méndez
El control que el gobierno de Vladimir Putin ejerce tradicionalmente sobre los medios de comunicación se ha incrementado tras la invasión a Ucrania, lo que sumado al bloqueo parcial o total de algunas redes sociales —este lunes prohibió Facebook e Instagram— y la retirada de Rusia de periódicos y televisoras occidentales que expresaron su temor a sufrir represalias si se apartaban de la línea trazada por el Kremlin, está contribuyendo al empobrecimiento informativo del país euroasiático, en el que predomina cada vez más una única versión sobre la guerra.
«Los canales de los medios públicos y privados se atienen a las órdenes del Kremlin sobre la invasión de Ucrania, la guerra que no se puede llamar guerra, sino ‘operación militar especial’. Cuando se utilizan imágenes o se dan noticias que evocan necesariamente lo que es una guerra, se explica que la función del ejército es defender a los habitantes de las repúblicas del Donbás en el este del país o acabar con ‘los nazis’ que controlan Ucrania, en la línea de los discursos de Vladímir Putin», señala el periodista Iñigo Sáenz de Ugarte en su retrato de los medios de comunicación rusos.
Luego de que el Kremlin aprobara una ley que prevé multas y penas de cárcel por desacreditar a los militares rusos, muchos editores de medios independientes decidieron detener su actividad.
«Cualquier red de masas les sirve (a los rusos) para denunciar `injusticias´ de lo más variopintas: supuestas granjas de bebés en Ucrania, Volodimir Zelensky con la bandera nazi o militares ucranianos con símbolos esotéricos vinculados a la Alemania de Adolf Hitler. Se llama desinformación y la Rusia de Vladimir Putin lleva 20 años de delantera al resto de los países desarrollados», apunta por su parte el diario «La Vanguardia», que resalta que el objetivo propagandístico de Moscú es poner en entredicho al gobierno de Ucrania y a sus ciudadanos, además de victimizar a los rusos.
El control informativo es difícil de contrarrestar, no solo por la hegemonía oficialista y el apoyo con el que cuenta el gobierno moscovita en importantes sectores de la población, sino porque algunas de las represalias adoptadas tras la invasión de Ucrania tienen efectos colaterales contraproducentes, ya que favorecen de algún modo la interrupción de los flujos informativos provenientes del exterior y despejan todavía más el terreno para el proselitismo interno.
El bloqueo de Facebook, Twitter e Instagram. «Separará a 80 millones de rusos entre sí y del resto del mundo, ya que 80% de las personas en Rusia siguen una cuenta de Instagram fuera de su país», lamentó Adam Mosseri, director ejecutivo de esa red social. El anuncio de Meta de que permitiría a usuarios lanzar amenazas contra soldados rusos y sus líderes fue el pretexto perfecto para el Kremlin.
Rusia ocupa el puesto 150 de 180 países en la clasificación mundial de la libertad de prensa de 2021 realizada por la agrupación Reporteros Sin Fronteras (RSF). Sun