Petróleos Mexicanos (Pemex) es uno de los mayores contaminadores del país. El gigante petrolero, motor del crecimiento histórico de México y que hoy goza de un impulso de presupuesto público que busca la soberanía energética, opera sin que haya una remediación completa de los sitios que daña y con serias fallas en la prevención de hechos contaminantes.
Datos de la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA), que desde 2015 mantiene el inventario de sitios contaminados del sector de hidrocarburos, enumeran 5 mil 777 accidentes de 2016 a mayo de 2022; 3 mil 836, es decir, seis de cada 10, involucran a Pemex y sus filiales Pemex Exploración y Producción (PEP), Perforación, Logística, Refinación y Transformación Industrial (TI). Prácticamente no hay lugar donde la petrolera no haya generado un problema.
El análisis de datos y el trabajo de campo en Veracruz, Hidalgo, Puebla y Tabasco muestran serias afectaciones al ambiente producto de la extracción y distribución de petróleo; campos que perdieron fertilidad, derrames en áreas naturales protegidas, aguas contaminadas, fauna arrasada, fugas masivas por huachicol y enfermedades.
La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) identifica mil 25 sitios contaminados de 2008 a 2021; 772 cuentan con un programa de remediación. Hasta abril de 2021, la fecha más reciente disponible, 167 seguían sin solución.
De los más de mil sitios contaminados, 655 son lugares atribuidos a la petrolera, ocho de cada 10 sí cuentan con un programa de remediación, pero 138 carecen de él. Las principales causas de sitios contaminados consisten en derrames y fugas.
Una emergencia ambiental consiste en un suceso no deseado, no planeado o inesperado, durante la realización de una actividad, por causas naturales o antropogénicas, que implique la liberación de materiales peligrosos en cantidades tales que ocasione daños a las personas o al medio ambiente, según la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa).
Un pasivo ambiental es un sitio contaminado que no ha sido remediado y donde pueden encontrarse depósitos de residuos sólidos, de manejo especial o peligrosos, cuyo proceso estipula la legislación vigente.
Este tipo de incidentes tuvieron el segundo pico más alto, desde que se comenzó a generar este registro, en la actual administración federal.
En 2020 se contabilizaron mil 448 accidentes, más del doble de lo que se reportó en 2019, de acuerdo con los datos de ASEA.
En cada año, la responsabilidad de Pemex y sus ramas rebasa la mitad de los sucesos y, en algunos casos, como en 2019, alcanza 70%. A pesar de esa cifra, en 2020 la petrolera no hizo nada por disminuir los daños, al contrario, el número de accidentes en los que se vio envuelta pasó de 459 a 796 en tan sólo un año.
El Diluido Olor a Vainilla.
Papantla está ubicado al norte de Veracruz, a 270 kilómetros de su capital. En varias comunidades de la región, el aroma a vainilla es sólo un recuerdo o el relato de un abuelo ante el ahora penetrante olor a hidrocarburo.
En 1957 llegó Pemex a la comunidad Rafael Rosas con los hallazgos de los pozos 7 y 11. Desde entonces, ocho derrames han afectado la parcela de la familia Domínguez, el más reciente sucedió el mes pasado, lo que no sólo ha provocado la pérdida de las cosechas, sino que la tierra se ha vuelto seca y estéril.
Los naranjos han dejado de desprender aromas cítricos y de producir, para convertirse en esferas negras y duras, cargadas de derivados del petróleo.
La compañía del Estado les entrega un pago por los plantíos dañados, pero los agricultores saben que están subvaluados.
El productor Emilio Domínguez Hernández lamenta el silencio de la población ante el problema, y considera que se debe a la intimidación que padecieron años atrás, cuando el Ejército se presentaba a sofocar los reclamos.
Donde antes había árboles de guanábana, zapote chico, lichi y se sembraba jitomate, chile y maíz, ahora está seco o lleno de aceite. Las tierras se muestran negras. Los hidrocarburos de los pozos 7 y 11 se han infiltrado en la tierra, en los pozos de agua y han impregnado el aire de los pueblos de Papantla.
Veracruz es el Estado más Afectado.
De 2008 a 2020 hubo 322 sitios contaminados. En 90% hay presencia de hidrocarburos. Pánuco, Papantla, Coatzintla y Tihuatlán concentran casi una cuarta parte de los sitios contaminados del país, según Semarnat.
Para muchos de los pobladores de Papantla, Pemex dejó de ser una oportunidad de progreso y se convirtió en una maldición.
Otro caso. Desde hace 30 años 14 familias obtenían agua de un pozo artesiano en la propiedad de Mario Olaya, pero una fuga de hidrocarburo contaminó el 9 de Mayo este suministro.
Con los arroyos y los pozos contaminados, la comunidad compra agua para cubrir sus necesidades básicas, situación que no es fácil ante los escasos recursos económicos.
Una Bomba de Tiempo.
Pablo Ramírez, especialista de Energía y Cambio Climático de Greenpeace México, atribuye el problema general de Pemex a la falta de mantenimiento de infraestructura y las fallas en la vigilancia ambiental sobre la industria de hidrocarburos.
Huachicol, las Tierras Infértiles.
Otro problema ambiental que emana de Pemex son los derrames por tomas clandestinas. Además de la inseguridad, la pérdida de vidas que las explosiones suelen dejar y los perjuicios económicos para el país, el llamado huachicol tiene una huella ambiental casi inadvertida en los sembradíos quemados, los árboles secos y el suelo cubierto por una capa ligera de combustible.
El 11 de Julio pasado, a unos metros de un regimiento de la Guardia Nacional (GN) que vigila los ductos que transportan hidrocarburos en Ulapa de Melchor Ocampo, en Tetepango, Hidalgo, personas no identificadas perforaron un ducto. En su intento por robar gasolina provocaron una fuga y el líquido se alzó por encima de los seis metros de altura, como un géiser.
Han pasado 12 días y el olor a gasolina sigue impregnado en la tierra que vio florecer árboles, que hoy son de color cobre y magueyes, que parece que se hubieran derretido. El olor es penetrante, irrita las fosas nasales y provoca dolor de cabeza.
Un análisis de información que Pemex Logística otorgó vía transparencia, revela que, contraria a la tendencia nacional que marca un descenso en el número de tomas a partir de la estrategia de combate al huachicol, que inició Andrés Manuel López Obrador en 2019, en Hidalgo el delito se fue al alza.
En términos generales, un derrame suele dañar los suelos, limitando su capacidad de absorber nutrientes o de retener agua; pueden tardar años, incluso décadas en recuperarse. Marco Antonio Moreno, director de la Sociedad Ecologista Hidalguense, calcula que una sola toma clandestina puede hacer perder hasta 10 hectáreas de suelo fértil.
Por si fuera poco, un derrame de gasolina puede tener efectos en la salud, al contaminar el agua que abastece a una comunidad o por la exposición permanente a los gases que produce. Sun