jueves, marzo 28, 2024
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ALFIL NEGRO

“Los mexicanos están metidos en los laberintos del miedo, el hambre y la decepción”

Aún es Tiempo
Oscar D. Ballinas Lezama

En el 2018, año de nuestro Señor, en la víspera de los tiempos del Coronavirus, la sociedad mexicana salió a las urnas para mostrar su hartazgo por los políticos corruptos y mentirosos; la gran mayoría de la gente depositó su confianza en el hombre que enarbolaba la bandera de una nueva esperanza y lo sentaron en la ‘silla del águila’ del Palacio Nacional.
A casi dos años de aquel histórico acontecimiento electoral, en un país que siempre se ha distinguido por su presidencialismo, muchos de los que soñaron con el cambio verdadero han empezado a cuestionar el esfuerzo del hombre cuyo lema a flor de labio es lograr para México y sus habitantes, una cuarta transformación cuyo objetivo principal sería combatir y ayudar a los pobres primero.
Las cosas no han sido tan fáciles, sobre todo porque el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador no sólo se enfrenta a lo que ha bautizado como la mafia del poder, sino también a la misma naturaleza que le está jugando una mala pasada; aunque muchos no lo crean, varios de los enemigos del Presidente duermen en su casa y le han hecho ver que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.
Carlos Urzúa, exsecretario de Hacienda; Germán Martínez, exdirector del IMSS; Tonatiuh Guillén, extitular del Instituto Nacional de Migración; Josefa González Blanco, exsecretaria del Medio Ambiente, y Javier Jiménez Espriú, exsecretario de Comunicaciones y Transportes, entre algunos de una larga lista de los que integraron el gabinete de la Cuarta Transformación.
Estos exfuncionarios de primer nivel en el gabinete presidencial de Andrés Manuel López Obrador no se detuvieron a pensar que al ‘tirar la toalla’ en los primeros meses de gobierno, estaban causando un daño moral al caudillo de Macuspana Tabasco; al amigo que les tendió la mano para darles la oportunidad de acompañarlo en sus sueños, buscando mejorar las condiciones morales y económicas de un país al que mira hundido en el lodo de corrupción y la oscuridad de la desesperanza.
López Obrador es un político endurecido por las tormentas antidemocráticas que ha vivido durante casi toda su vida; picó piedra muchos años y siempre advertía, que si llegaba a ocupar la silla del águila derribaría los muros de la vergüenza levantados a golpe de corrupción y abusos de politiqueros ladrones de cuello blanco, quienes cada sexenio salían de la Presidencia de la República Mexicana con abultadas cuentas bancarias y otras propiedades que sin recato alguno adquirían a nombre de sus familiares, amigos y amantes; nadie duda que se enriquecieron con el dinero que pertenecía a los contribuyentes.
Hoy, en tiempos del Coronavirus, en el año capicúa de los muertos provocados por una pandemia apocalíptica que llegó hace varios meses y nadie sabe si se irá algún día, el Presidente de la República parece estar entrampado en una soga que él miso se puso al cuello, los compromisos de campaña no se ven por ningún lado y ha tenido que poner nuevas fechas, sobre todo en el compromiso de bajar los precios de las gasolinas, gas y la energía eléctrica, que forman parte importante en el motor de la economía mexicana, aunado a ello, la estrategia para abatir la violencia de la inseguridad, no ha dado buenos resultados y México sigue estando entre los las naciones del mundo más inseguras; el sol no puede taparse con un dedo.
La economía también ha venido dando tumbos, el número de pobres en este país aumentó en un año y algunos meses del nuevo Gobierno, que ahora, con el impacto sanitario y económico de la pandemia del Covid ya no encuentra las puertas y está cayendo en la desesperación, al igual que la ciudadanía que se ha metido en los laberintos del miedo, el hambre y la decepción que le está causando el nuevo Gobierno.
Nadie que esté cuerdo pensaría en que le vaya mal al Presidente y su gabinete, ni a los Gobernadores y sus equipos de trabajo, para que México se hunda en un pantano de muertes y pobreza, sin embargo, la mayoría de los mexicanos coinciden en que el actual gobierno debería saber que es de sabios reconocer errores y enmendar el rumbo.
Andrés López Orador, como el gran capitán de la nave azteca, debe dejar a un lado esa soberbia que no puede ocultar, volver a ser el hombre humilde y genero que la mayoría de los mexicanos conocieron cuando recorrió palmo a palmo la geografía de México; cumplir las promesas hechas y dejar a un lado los actos de circo, parece desesperación por tratar de ocultar la verdad.
Todos saben que este país ha sido saqueado y abusado por décadas, la mayoría de los que desgobernaron este país lo hicieron mal, el pueblo estuvo callado y quienes levantaron la voz los desaparecieron, encarcelaron o simplemente no les hicieron ningún caso, otros eran felices así, sin embargo, se supone que el nuevo gobierno acabaría con esas viejas prácticas, que castigaría a los responsables del robo a la nación durante muchas décadas y que buscarían, con una nueva visión política y un espíritu de moral purificada, las formas de salvar a México.

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