domingo, mayo 5, 2024
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Cárceles, el Centro de Gravedad del Terrorismo en Ecuador

José Meléndez, Corresponsal

Una conspiración carcelaria criminal ecuatoriana, con una férrea jerarquía de «porcelanas» o «aceitunos», «tíos», bandas del «combo», «zetas» o «zanahorias», «polillas» o «chiros» definida intramuros por las bandas de presos aliadas a los cárteles mexicanos De Sinaloa y Jalisco Nueva Generación (CJNG), superó paredes penitenciarias y saltó a las calles para imponer la más grave crisis de inseguridad del siglo XXI en Ecuador.
En un reflejo de la acelerada ofensiva del narcotráfico para penetrar estructuras públicas y privadas de Ecuador al amparo de una colusión policial, militar, penitenciaria y otras instancias estatales, la violenta ola de asesinatos, secuestros, balaceras callejeras, estallido de explosivos y otros hechos sangrientos que recrudeció en 2024 en ese país exhibió el profundo desgaste institucional para enfrentar al crimen organizado, nacional y transnacional.
«El centro de gravedad de los diferentes grupos de terrorismo urbano [en Ecuador] son las cárceles donde, además, hay manejo de la economía ilegal que mantiene al aparato delictivo a nivel nacional», afirmó el coronel en retiro Mario Pazmiño, exdirector de Inteligencia del Ejército de Ecuador, escritor y profesor de seguridad y defensa en la (no estatal) Universidad Regional Autónoma de los Andes, con sede en el país sudamericano.
Economía Ilegal Financia Delitos.
«La economía ilegal financia las operaciones de terrorismo urbano, la compra de armas, munición y explosivos, el reclutamiento de nuevos adeptos por presión o simpatía. Estos dos elementos [cárceles y economía ilegal] constituyen el corazón del crimen organizado», subrayó.
Ecuador se precipitó en una prolongada crisis de muerte, violencia e inseguridad que progresó por unos 20 años y se agravó en 2024, con una caótica irrupción delincuencial callejera que el 9 de este mes obligó al presidente, el derechista Daniel Noboa, a decretar estado de «conflicto armado interno». Noboa envió militares y policías contra 22 grupos calificados de terroristas y actores no estatales beligerantes.
En un desafío a las instancias estatales de lucha contra la delincuencia interna y externa, César Suárez, un connotado fiscal de combate al crimen y la corrupción, fue asesinado anteayer en su automóvil en una calle de la ciudad de Guayaquil (suroccidente o surcentro) al ser atacado a balazos por sicarios que se movilizaron en otro vehículo.
Los cárteles de Sinaloa y CJNG, los más fuertes de México, expandieron en este siglo sus redes de Colombia, principal productor mundial de cocaína, a Ecuador y transformaron los puertos y otros puntos del país en bases de tráfico de cocaína colombiana por mar, tierra y aire a Centroamérica, México, Estados Unidos, Europa, Asia, África y Oceanía. También traficaron cocaína de Perú, segundo productor mundial de esa droga, y de Bolivia, el tercero.
Noboa señaló a 22 grupos «terroristas». Fuentes militares y policiales ecuatorianas confirmaron a este periódico que tres están estrechamente ligados a cárteles mexicanos del narcotráfico: «Los Tiguerones» y «Los Lobos», con CJNG, y «Los Choneros», con de Sinaloa.
«Las organizaciones terroristas operan en la modalidad de holding [conglomerado] con subdivisión de trabajos, tareas, responsabilidades y sectores de empleo. La estructura delictiva se encarga de entrenarlos y equiparlos para cumplir sus actividades o misiones de ataque a la colectividad o instalaciones estatales sembrando el terror social», narró Pazmiño.
Rangos y Misiones.
Fuentes militares de Ecuador revelaron a EL UNIVERSAL la cadena de mando en prisiones.
En la parte baja están «polillas» o «chiros», reos sin familia ni acceso a recursos económicos externos y con severa drogadicción. Sin celda, duermen en pasillos, limpian baños y otros sitios, lavan ropa, dan servicios sexuales y asesinan (de 4% a 8% de la población penal).
Les siguen «zetas» o «zanahorias». Reacios al peligro, viven con miedo y zozobra, asisten a cultos religiosos y buscan estudiar (15%). Luego está el restante bloque mayoritario (75%). Las bandas de «los combos» son los más sanguinarios, reciben dinero de sus jefes, administran armas, teléfonos celulares, alimentos, espacios y extorsiones y cobran por semana por alimentación y por tener celda con litera o cama o trillo. La tarifa depende de la clase social del preso.
Por encima están «los tíos», que controlan a los combos, disfrutan de ganancias del negocio ilícito dentro y fuera de las cárceles y tienen poder para ordenar asesinatos.
Los cabecillas son «porcelanas» o «aceitunos», con mayor capacidad intelectual y estudios universitarios, ligados al narcotráfico y fama de… intocables. Sun

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