Nurit Martínez
Una de las grandes decisiones en el noviazgo o con la pareja es confiar el número de identificación personal (NIP) que desbloquea el celular, y quien accede a ello por seguridad está generando que ellas y ellos abran la puerta a que se instalen aplicaciones, que se usan entre familiares para dar seguimiento al contenido de los menores de edad, para espiar, acosar y generar violencia en la pareja.
En cuestión de segundos, un hombre o mujer que sabe cómo funcionan las aplicaciones de control parental, con las cuales los padres de familia verifican el tipo de navegación y conversaciones de sus hijos, puede instalar una aplicación, sin que sea visible, que les permita el acceso físico o remoto a mensajes de texto, chats, redes sociales, fotografías, historial de navegación, la cámara o el micrófono del celular.
Pero cuando ellas y ellos lo hacen, no es para acompañar a sus parejas a sentirse seguras, sino como herramienta de control: con quién se reúnen, hablan e intercambian mensajes.
Por ello, son constantes las campañas de que nadie se separa de un celular o lo presta a otra persona en la calle, porque basta unos segundos para «inyectar» una aplicación de seguimiento.
Quienes acceden al seguimiento por consenso se enfrentan a que la herramienta, para hacer frente a la inseguridad del país, se convierta en un arma de control de sus actividades por parte de sus parejas.
Son cada vez más las evidencias de mujeres y hombres que, después de ser violentados por sus parejas, refieren el acceso a conversaciones íntegras; sabían nombres, horarios, lugares y hasta fotografías, que en sus reclamos, maltrato psicológico o incluso actos de violencia física refirieron detalles de lo que hacían minuto a minuto.
Esta práctica de espionaje se llama stalkerware y, según el estudio «Acoso Digital en las relaciones» de la empresa Kaspersky, México se encuentra entre los primeros diez países en el mundo (lugar 9) y segundo de América Latina, tan solo después de Brasil y por arriba de Colombia.
En ese mismo estudio se revela que son las mujeres las que más desconocen la existencia de estas aplicaciones, pero que sospecharon ser espiadas.
Es común que ellas proporcionen su celular a sus parejas para configurar o poner al día su dispositivo, y es justo ese momento en el que ellos aprovechan, incluso para presionarlas a instalar una aplicación de seguimiento entre ambos.
Aunque el 66 por ciento de los mexicanos desaprueba o está en contra de «monitorear» a su pareja, 34 de cada cien lo justifica bajo argumentos de seguridad, por sospechas de infidelidad o porque advierte actividades vinculadas con el crimen organizado.
Frente a ello, el mundo de la tecnología también ha desarrollado alternativas de aplicaciones que pueden alertar sobre la instalación o existencia de un software de espionaje sin que nosotros lo hayamos autorizado.
Algunas señales de que esto puede estar pasando son: el aumento del uso de datos, que la batería del dispositivo móvil sea deficiente o se descargue rápido, detectar movimientos o aplicaciones en el móvil, o advertir ruidos de fondo al hacer llamadas.
Pero sin duda, de las señales de alerta, la más importante es que la pareja o personas que activaron aplicaciones de espionaje conozcan lugares visitados y detalles de conversaciones o la forma en que vestías en determinado lugar. Ahí no es un déjàvu, se llama espionaje.
Ante la mínima sospecha, y mientras se realiza una supervisión al celular para detectar la app de espionaje si no es visible, recuerda que nunca debes dejar tu teléfono sin supervisión.
En adelante, la contraseña debe ser compleja para que la pareja, amigos o familia no logren desbloquear el móvil, revisar regularmente las aplicaciones y deshabilitar las que tengas bajo sospecha.
No se trata de simple «sospechosismo» o de generar desconfianza, la línea es muy delgada, solo que la tecnología siempre tiene su lado oscuro. Sun