Ulrich Richter
Las últimas semanas han traído una fuerte marea de eventos políticos consecutivos que, uno tras otro, acaparan y relegan la atención pública. Por ejemplo, derivado del caso Ayotzinapa, no hace mucho se llevó a cabo la detención del político hidalguense Jesús Murillo Karam, cuya última ocupación fue el de Procurador General de la República. Más allá del fondo de ese asunto, dicho acontecimiento me lleva a realizar y compartir una serie de reflexiones en cuanto a esa figura de relevancia gubernamental: «El Fiscal».
Hoy en día, el puesto de Fiscal, antes Procurador de Justicia, ya sea a nivel federal o local, ha sido muy codiciado por la élite política y también jurídica, debido al poder que detenta dicha encomienda.
Este puesto está lleno de muchos obstáculos, ya que diría que al igual de ser uno de los cargos más atractivos, también es uno de los más expuestos de la política, al siempre juzgarse su actuar en la procuración de justicia. Además, arriesgan la integridad personal y familiar por la serie de enemigos que se suman durante su gestión.
La historia de algunos fiscales y procuradores ha sido trágica en cuanto al servicio público que prestaron en su cargo, como la del Fiscal Antidrogas, José Luis Santiago Vasconcelos, que perdió la vida en un lamentable accidente aéreo.
Sin duda ha habido procuradores muy exitosos que han durado todo un sexenio, como el propio Sergio García Ramírez que fue incluso candidato a la presidencia de la República en la época de Miguel de la Madrid Hurtado, compitiendo con Carlos Salinas de Gortari. Otro es el jurista Bernardo Bátiz, quien duró todo el sexenio de la jefatura de gobierno del DF del hoy presidente Andrés Manuel López Obrador. También tenemos casos excepcionales que después de su encomienda fueron promovidos como los casos de Ignacio Morales Lechuga, que pasó de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal a la Procuraduría General de la República y José Antonio González Fernández que, de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal se fue a gabinete del presidente Ernesto Zedillo Ponce de León. Eduardo Tomás Medina Mora, exprocurador General de la República, llegó a ser ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Uno de los casos más emblemáticos de pasar del trabajo de justicia al poder ejecutivo es sin duda Miguel Ángel Mancera, que de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal llegó a ser Jefe de Gobierno, rompiendo con todos los paradigmas de que un Procurador pudiera ganar una elección ciudadana.
Al igual que Murillo Karam, otros que no han corrido con la misma suerte son el exfiscal de Veracruz, Jorge Winckler, que también hace unos meses fue detenido y se encuentra preso.
Sin duda hay más fiscales que han salido impolutos, como la propia Arely Gómez González que se jugó su prestigio y pudo lidiar con el monstruo de mil cabezas que es una Fiscalía; e igualmente a nivel estatal salieron avantes frente a los retos de los estados donde fungieron, y me refiero a Juan José Ríos Estavillo en Sinaloa, Roberto Flores Treviño en Nuevo León y Xavier Olea Peláez en Guerrero, entre otros.
Por el importante trabajo de la prensa, la opinión pública pareciera considerar la historia de los Fiscales como poco atractiva, ya que no hay una certeza de cómo se terminará el cargo. Más delicado es lo que suceda años después de terminar, con la posibilidad de enfrentar un proceso penal como el que encabeza el político hidalguense Jesús Murillo Karam, mismo juicio que ha sido muy cuestionado, más por la reciente exoneración de José Luis Abarca.
El actual Fiscal General de la República, el doctor Alejandro Gertz Manero, está próximo a cumplir en los próximos meses cuatro años en el cargo, dentro de los nueve que le corresponden. En estos primeros años el fiscal ha sorteado todo tipo de tempestades, así es que hay fiscal para rato.
El mensaje es muy claro: cuando te ofrezcan una Fiscalía o colaborar en ella, vale la pena pensarlo dos veces, porque es una arena movediza que puede atrapar al mejor jurista o político. Sun