Ricardo Homs*
Entre más analizamos los intentos de alcanzar la paz en cualquier parte del mundo, más evidente es que frente a los discursos a favor de la paz, las actitudes de los protagonistas muestran todo lo contrario, o sea el interés de mantener vivo el conflicto para proteger intereses económicos.
En los programas de estudio de la carrera de economía -en las universidades-, con toda claridad se describe cómo una de las variables del desarrollo de algunos países que tienen fuerte tendencia a la vocación militar, se sustenta en la «economía de guerra».
Siempre -desde hace milenios-, las guerras han tenido un fin económico. Cuando un país pretende apoderarse de las riquezas de otro, se crean rituales sustentados en el patriotismo, que es la forma de manipular emocionalmente a la población para que se comprometa a luchar en contra del país enemigo y así surgen los grandes mitos históricos.
En la narrativa que rodea a la guerra entre Rusia y Ucrania crece el objetivo de evitar la «tercera guerra mundial», pero en el fondo hay intereses para mantener las hostilidades, pues detrás de la economía de guerra está la venta de armas, de equipo bélico y el interés de apoderarse de la riqueza natural del territorio en disputa.
Estados Unidos y Rusia están en busca de los minerales raros que tiene Ucrania y ello estuvo presente en la pasada mesa de negociación entre los presidentes Trump y Zelensky, como pago por la ayuda militar prestada por el gobierno norteamericano a lo largo de tres años de guerra.
A su vez, hay analistas europeos que alertan que Zelensky, aunque quisiera la paz, pudiera estar deseando no alcanzarla para poder mantenerse en el poder, pues mientras el conflicto con Rusia esté abierto, las leyes de ese país prohíben convocar a elecciones.
A su vez, Putin ha incrementado su popularidad a partir de la invasión a Ucrania, llegando hasta un 85%.
A su vez, las exigencias de Donald Trump para que Estados Unidos sea compensado con la explotación de minerales raros abundantes en Ucrania han sido externadas de forma clara y evidente. Este tema ha sido parte de la negociación para seguir apoyando a ese país frente a Rusia.
En la lucha que conjuntamente sostienen el Gobierno de México y el de Estados Unidos en contra del narcotráfico… ¿No estará sucediendo lo mismo?… a final de cuentas la industria norteamericana del armamento requiere de compradores ubicados en este lado de la frontera. Nunca vemos que el gobierno norteamericano haga redadas importantes para desarticular a las redes de distribución de droga y fentanilo que hay dentro de su país y que deben estar monopolizadas por ciudadanos norteamericanos.
Por parte del lado mexicano el contubernio entre algunos poderosos políticos y los cárteles deja grandes cantidades de dinero. Otros políticos no quieren que acabe este contexto, pues los cárteles seguramente financian sus carreras políticas.
Si además analizamos el impacto del dinero sucio en la economía de nuestro país, -como capitalizador de dólares-, vemos que su presencia es muy importante. Se ha descubierto que de las cuantiosas remesas de dólares que llegan a México, un alto porcentaje -quizá el 25%- es dinero del narcotráfico que regresa a nuestro territorio disfrazado como envío de remesas de los migrantes a sus familiares.
Si añadimos a este contexto todo el dinero que los narcotraficantes han invertido en la economía formal del país -colocado en empresas que realizan operaciones lícitas-… ¿qué impacto podría tener en la economía de México la desarticulación de los grandes cárteles?
Los intereses económicos parecen contradecir a los discursos moralistas en contra de la guerra que se expande por todo el mundo y en el combate contra el narcotráfico.
Muchos intereses económicos obstruyen los acuerdos de paz… mientras tanto, muere mucha gente inocente. ¿A usted qué le parece? Sun
*Presidente de la Academia Mexicana de la Comunicación