(Consejera Jurídica de la Presidencia)
La figura de Benito Juárez García, presidente de México durante gran parte del siglo XIX, es fundamental para entender la conformación del Estado mexicano moderno.
Sus acciones, enmarcadas en un contexto de conflictos internos e intervenciones extranjeras, sentaron las bases para un proyecto de nación basado en la laicidad, la igualdad ante la ley y la defensa de la soberanía nacional, sin embargo, su legado también ha sido objeto de críticas y reinterpretaciones por lo que es importante discernir por qué la Cuarta Transformación (4T), reivindica su figura como símbolo del actual proceso de cambio.
En el siglo XIX, al tomar posesión del gobierno, Juárez encontró al país en una situación financiera desastrosa. Desde entonces, no dejó de enfrentar desafíos monumentales: la Guerra de Reforma, la intervención francesa y la pertinaz resistencia de los conservadores.
Su promulgación de las Leyes de Reforma (1859-1860) marcó un punto de inflexión al separar la Iglesia del Estado, secularizando la propiedad eclesiástica y estableciendo un marco jurídico afín a eliminar los escandalosos privilegios de las élites. Estas medidas, aunque necesarias para financiar y modernizar el país, también generaron tensiones sociales y económicas que persistieron por décadas.
Por otro lado, la defensa de la soberanía durante la intervención francesa que culminó con el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo, fue un claro mensaje a las potencias extranjeras de que México no toleraría más intervenciones, de ahí su frase: «El respeto al derecho ajeno es la paz».
El hecho, si bien polarizaría las divisiones en la sociedad mexicana de su tiempo y acarrearía un costo diplomático para el país, habría que verlo contextualizado en pleno siglo XIX como un acto en favor de la independencia de una nación que literalmente luchaba por su supervivencia.
En el México actual, gobernado por la 4T y aún acechado por rapaces actores oligopólicos internacionales y locales, el legado de Juárez es un antecedente fundamental para las transformaciones iniciadas por el gobierno del expresidente López Obrador y ahora encabezadas por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.
La 4T es, pues, un movimiento que rescata los principios de justicia, igualdad y soberanía que Juárez defendió, pero adaptándolos a los desafíos del siglo XXI.
Algunas personas señalan que mientras Juárez buscó consolidar un Estado laico y liberal, la 4T solo ha «dividido» a la opinión pública con discursos populistas en nombre de la Transformación; omiten que la gran mayoría de la población ha aprobado los cambios hechos para beneficio de los más necesitados y con ello, de la economía en su conjunto.
A pesar de críticas, el legado juarista continúa vivo en pleno siglo XXI, pues buscaba modernizar el país a través de reformas legales y la defensa de la soberanía; la 4T por su parte, está transformando las estructuras de poder desde lo social y popular, tal y como Juárez lo expresó: «Con el pueblo todo, sin el pueblo nada».
Ambos proyectos apuntan a consolidar un México independiente, más justo y soberano. Su éxito -que es el de todas y todos-, depende de la voluntad para superar divisiones y alentar consensos en beneficio de la nación y su futuro. Sun